lunes, 24 de enero de 2011

Homenaje a Oliverio Girondo

POSNOTACIONES*

* Las posnotaciones son poemas que aparecen en el último poemario de Oliverio Girondo, En la Másmedula. Se trata de poemas de cierto tono aforístico. Su nombre es una derivación de la palabra “notación”, que engloba tanto a la “acción y efecto de notar o señalar” como al lenguaje sonoro y cifrado, en sus otras dos acepciones de “escritura musical” y “sistema de signos convencionales que se adopta para expresar conceptos matemáticos, físicos, químicos, etc”. El prefijo “pos-“ (grafía modernizada de “post-”) tal vez implica que se trata de minipoemas o ad-notationes a posteriori de reflexiones poéticas u observaciones demoradas.


Cobayo
lívido engendro digo de puna
que enquena el aire
y en uniqueja isola su yo cotudo de ámbito telúrico
Yo cobayo de altura

El cobayo o conejillo de indias es un roedor de origen americano empleado comúnmente para experimentos. Este “cotudo” (peludo) engendro “de puna”, cuya lividez denuncia el miedo a ser objeto de pruebas, aparece en el poema emitiendo una “queja” que, dado su lugar de pertenencia, “enquena el aire”. Ese “ámbito telúrico” se circunscribe a las alturas andinas y su queja se siente solitaria (“uniqueja”) y sola (“isola”, lo que también equivale a la palabra “isla” del italiano). Puede pensarse al poeta como aquel cobayo solitario que se sujeta a experimentos formales y estilísticos (El acto experimental, Beatriz de Nóbile), pero nosotros sabemos que se trata de una máscara girondiana: el experimento no es consigo mismo, es con el lector. La palabra “cobayo” encierra otros dos morfemas (“coba” y “yo”). Una “coba” es familiarmente hablando un mentirita graciosa y “dar coba” es halagar fingidamente; a través de esa suerte de “yo ficticio” parece hablarse en desmedro de Nuestra América (el aislamiento de su arte, que es también el aislamiento del arte poético de Girondo) y así halagarse a los países centrales de la cultura (léase, Europa), cuando en verdad se trata de falsa zalamería: el yo poético se mofa con altura de los otros, quizá sí “ratas de alcantarilla”. El desamparo y la sujeción son ficticias, y también reales. En la Másmedula es un empresa solitaria de experimentación destinada a un fracaso, para nosotros, ilusorio.
*

Poco coco del todo
sino inórbito asombro
acodado al reborde de su caries de nada

El “coco” es el gorgojo o micrococo (bacteria de forma esférica). Esta acepción de la palabra proviene del término gr. kókkos (semilla, grano). Esa condición de ínfima partícula del universo puede aplicarse al ser humano, cuyo “sino” (destino) es no tener un rumbo fijo ni prefijado (“inórbito”) y vivenciar el asombro constante de vivir (ahí el vitalismo que se expresa en Espantapájaros). El “sino” también tiene el valor de conjunción adversativa y la construcción “Poco coco del todo / sino inórbito asombro” equivaldría a un “casi nada, aunque tampoco sujeto del todo al todo”, el libre arbitrio del poeta que da las patadas tanto a los tubos de ensayo como a las mujeres encinta. La imagen con que concluye el poema aparece en muchos otros: se trata del poeta que desde su ventana (“acodado al reborde”) oye los ruidos mundanales, la vida, una sirena que lo llama desde el puerto o bien el croar de las ranas. La “caries de nada” aparece como concavidad que consta de un espacio vacío o lleno y cuya ser vacío provoca un dolor real y existencial. Se trata también del “todo cráter cosmos / sin cráter / de la nada” de otro poema masmedular y con él se remite al dolor de brazo que puede sentir un manco o a la destrucción de la nada, sin descontar que además connota a la muerte.
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Con tedio y tiempo muerto cogitabundo exhumo
tibias lívidas líbidos invertebrados ocios
restos quizás de sueño del ensoñar trasueños
segismundiando digo

La “tibia” como hueso de la pierna nos recuerda la muerte, dado que su forma determina como el hueso por antonomasia. El acto de exhumación que produce el pensamiento en los momentos de “tiempo muerto” y la lividez (palidez excesiva) de la tibia refuerza dicha connotación. El poema puede emparentarse con “desmemoria”, donde el yo lírico no consigue recordar claramente sus “otras vidas” como animal o planta (su ciclo de reencarnaciones). El neologismo “segismundear” proviene del protagonista de La vida es sueño de Calderón de la Barca, cuyo padre, Basilio, por temor a que lo destrone (superstición producto de observaciones astrológicas) decide encarcelarlo; más tarde lo duerme y le hace creer que sueña con ser rey, luego de los desmanes que perpetra, decide encarcelarlo nuevamente dándole a entender que todo fue un sueño… pero Segismundo ya no sabe cuál es la realidad y cuál es el sueño, como el yo lírico de este poema.
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Tras desandar la noche sin un astro custodio
crece en alivio cierto el íntimo retorno a una sed sedentaria
pero aunque olvide el turbio angustiante bagaje
su más desierto huésped destíñeme el llamado
y no encuentro la llave

Las tres posnotaciones siguientes son una reedición de los clásicos nocturnos de los Veinte poemas… y de Persuasión de los días. Pero, lo que en los otros era miedo o alusión a la muerte, aquí aparece manifiesto como ida a ella o reencuentro con un ser prístino. La primera imagen es la de una noche sin luna y sin estrellas (sin “astro custodio” que lo proteja). La noche es ámbito espacial y temporal, por eso se lo puede “desandar” (dejar atrás). Aquí el yo poético parece sentir en esa noche lóbrega a modo de “alivio” un “íntimo retorno a una sed sedentaria”, donde “sed sedentaria” es el deseo de quietud, del reposo de los muertos, y es también (en otra acepción del adjetivo) la sed del animal que abandona su estado larval (léase, juventud) para fijarse en un sitio determinado al perder los órganos de locomoción. Otra metáfora de la cual el poema se vale es: la del “desierto huésped” que ha “olvidado” el “angustiante bagaje” de la vida vivida y ya no lleva nada consigo, porque ha vuelto hacia lo que era. No obstante, esa cercanía se ve imposibilitada, de ahí el nexo adversativo “...pero aunque…”. El llamado de la muerte acaba por atemorizarlo (todavía lo asusta morir, no está preparado). Ese susto lo empalidece hasta hiperbólicamente “desteñirlo”. El pasaje de la vida a la muerte en ese puente que es la noche oscurísima requiere una puerta de entrada y salida, cuya llave, clave o “ábrete sésamo” no halla el yo lírico al final, o no la tiene aún consigo.
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Sípido hueco adulto con hipo de eco propio
sobresuspenso acaso por invisibles térmicos hipertensos estambres
sobre mi mucho pelo y demasiado pozo
aletea el silencio de mi chambergo cuervo
aunque estoy vivo
creo

Se continúa el poema anterior. Arranquemos por el final: una alusión al Cuervo de Poe (que también ha sido leído como el ángel de la muerte o el heraldo negro por antonomasia) en “aletea… cuervo”. La metáfora: el “chambergo” se asemeja a un “cuervo” que le sobrevuela la cabeza, que está según el poema “sobresuspenso”, rondándole los pensamientos. Nuevamente la estructura adversativa de la posnotación anterior: el quiebre con “aunque” tiene el mismo mensaje, pero un poco dubitativo (“estoy vivo // creo”). Toda la primera parte del poema se compone de elementos que aluden o invocan a la muerte: el neologismo “sípido” aparece como producto de un contrario de valor negativo “insípido” y adjetiva al “hueco adulto” (la sepultura, en esta lectura solemne). El gusto por la tumba se fundamenta en un deseo de renombre (“con hipo de eco propio), pues un “hipo” es el deseo intenso de algo. Y los “invisibles térmicos hipertensos estambres” lo sostienen sobre su “mucho pelo” y “demasiado pozo”, ya que el “estambre de la vida” es el curso del vivir, y el crecimiento de cabellos es algo que ocurre a los difuntos. Pero todos estos símbolos también pergeñan signos vitales de interpretación erótica: el “sípido hueco adulto” como el órgano genital femenino, el “hipo de eco” como las convulsiones del acto sexual, y los “hipertensos térmicos estambres”, los órganos genitales masculinos. Según esta segunda lectura posible, el sexo lo mantiene “sobresuspenso” a la vida que aún conserva (aparentemente) y a la muerte que aún lo aguarda.
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Por tan mínima araña suspendida también de lo invisible
en el ínfimo tiempo del porqué dónde y cuándo
con traslúcidos móviles grisgrices de centellar de párpado
y constancia de péndulo
tan solitariamente acompañado
y amigo de la noche

Para Amelia Arancet Ruda el tema de esta posnotación es: “La presentificación de lo no poseído (…) [que] da lugar a la tristeza melancólica o, a veces, desesperada” (Arancet Ruda, 2008). En términos más concretos, se trata de la contemplación de una araña suspendida de su hilo, como si tuviera “una constancia de péndulo”. El yo lírico la observa y se siente “solitariamente acompañado” y “amigo de la noche”, como si araña y noche fueran dos símbolos de lo mismo: el misterio o la muerte. Obsérvese que la araña está “suspendida también de lo invisible”, esto es, colgada del “ínfimo tiempo del porqué dónde y cuándo” sobre el que se siente también suspendido el poeta. Esta suspensión no es estática, pues tiene “móviles grisgrices” cuyo movimiento semeja un abrir y cerrar de párpados y también un vaivén pendular. La araña es también un talismán que cuida al poeta, pues el grisgris es “un amuleto protector que trae buena suerte a la vez que ahuyenta al demonio. Se trata de una pequeña bolsita hecha de tela o de piel que uno debe llevar consigo, en la que hay una mezcla de hierbas, aceites, piedras, hueso, cabello, uñas y otros elementos personales, reunidos con la bendición de un dios. Se la prepara uno mismo y sirve para su propia protección” (Wikipedia, 2011). El poema también propone un escala cromática que va del traslúcido al gris-gris, y del gris-gris al negro de la noche.
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No la otra o la otra
ni la misma en la otra o en la otra
la otra
no la otra

Un juego girondiano típico que conviene no leer a la ligera. Se puede aplicar la máxima renacentista del serio ludere a toda la obra de Girondo, allí nunca se da puntada sin hilo, no hay juego por el simple hecho de jugar. Aquí también está la búsqueda plus ultra (más allá) a la que aspira con su poesía (el “subo las escaleras arriba” y “bajo las escaleras abajo” del poema que abre Espantapájaros o el “Vuelo sin orillas” que tan bien analizó Enrique Molina y también Beatriz de Nóbile a través de la figura de Ícaro). En el poema, la elección es siempre la más otra de las otras (la otredad más pura, esto es, la más “superimpura”, pues hablamos de otredad y no de identidad). La negación de la identidad (de lo igual) aparece en “ni la misma en la otra”. Así como en latín alter es ‘otro entre dos’ y alius, ‘otro entre muchos’, Girondo descarta una y otra vez los alter para dar con el más alius de todos (que tal vez sea el que precisamente no haya, pero que existe, existe).
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Entre restos de restas
y mi prole de ceros a la izquierda
sólo la soledad
de este natal país de nadie nadie
me acompaña

Las posnotaciones se vuelven un poco más claras, hasta el punto de parecer que no estamos leyendo En la Másmedula. Estimo que aquí hay una alusión clara a su apuesta estética y a la soledad en que la hace: “la soledad / (…) nadie / me acompaña”. El adjetivo “natal” para “país de nadie” nos lleva a la etimología de la palabra “nada”, esto es, aquello nato, como la relación con “aquello que hay”. Contrario al vitalismo y optimismo que se le ha endilgado a toda la obra Girondo (porque sus últimos libros fueron analizados por algunos, pero poco leídos por todos), acá damos de lleno con su faceta más pesimista: las restas aluden a la la negatividad (el “total menos” del “Uno nones”). En la Másmedula es un libro de números, donde el cero tiene un lugar preeminente, lo señalaba ya Patricio Rizzo-Vast en su libro El lugar de Girondo. La “prole de ceros a la izquierda” quizá resulte además una alusión al “Poema XVI” (“dame ir / galoneándome de ceros a la izquierda”) de Trilce de César Vallejo, a quien Girondo infortunadamente no pudo conocer más que a gritos desde un barco uno y en tierra el otro (esto no es una metáfora). De más está aclarar que es imposible que Girondo no haya pensando en un libro como Trilce a la hora de hacer su último giro de estilo, como lo llamó él mismo, su “giro hondo”.

*
En busca fui de todo
y más y más y más
paria voraz y solo
y por demás demás

“Por demás” es la expresión con que alude a lo que se hace inútilmente, por exceso. Esta idea está reforzada por el adjetivo “voraz”. El poeta da cuenta de la avidez con que se lanzó a la vida en busca de todo; es un pequeño homenaje al Girondo vitalista de los Veinte poemas… y de Espantapájaros.
*
Estepandando sigo
los anillos de médano
que dejan en mi arena
mis bostezos camellos

“Estepandando” es la composición de “andando” más “estepas” e implica una visión deslucida de la vida, como un vagar por el desierto. Todo alrededor es arena, “arena, y más arena, y nada más que arena” como decía en Persuasión de los días. El yo lírico ha transmigrado al cuerpo de un camello (hecho que sólo se conoce al final del poema); la transmigración es tema de varias composiciones de Girondo. Sus bostezos aluden al hastío del vivir y los “anillos de médano” a los surcos de tierra que se abren con la acción vital de exhalar aire. Una vez más la arena, como símbolo de lo inerte, lo disecado, el tiempo que fluye y el descanso de la muerte.

Cuatro poemas de Baldomero de Ciudad-Pueblo-Campo

Rivadavia al 700

Doblado casi sobre este nuevo balcón
llega hasta mí la calle arrugada y afónica.
Enfrente el edificio loco de “La Razón”
y el otro telaraña de la Unión Telefónica.

Las paredes opuestas se tocan con la mano
bajo un cielo porteño de seda inmaculada.
Una antena construye su trama de mecano,
y al fondo el rubor suave de la Casa Rosada.

Rivadavia, a lo lejos, prolonga su palote,
en las dos bocacalles el tránsito se aprieta.
Erige la Intendencia su brujo capirote
y el farol de “La Prensa” ensaya su pirueta.

Más años

En el café me he visto fugazmente al espejo
las cóncavas ojeras y la faz amarilla;
esto ya no es cansancio, esto es estar viejo…
Canta en la porcelana, febril, la cucharilla.

¿Por dónde, amigos míos, cederá el organismo?
¿Será el mazazo sordo de muerte repentina,
o, sombra miserable, parodia de mí mismo,
cargaré muchos años la torre de mi ruina?

Crepúsculo en medio del campo

La tardé está partida en dos bellas mitades:
violeta hacia la izquierda, rosada a la derecha;
el camino divide las dos inmensidades
terso como un mandoble, recto como una flecha.

Palotes del teléfono, montes a la distancia,
un charco con un brillo uniforme de acero,
una como remota marinera fragancia,
y el pájaro que anuncia con su trino el lucero.

Crepúsculo

Realmente uno no sabe si el ceñudo horizonte,
por delante del cual un chispazo destella,
es largo nubarrón o la quilla de un monte,
ni si es la luz luciérnaga o rehilo de estrella.

Que ya sobre la pampa no se advierte otra cosa
que el borrón de unos árboles o unas vacas perdidas.
A estas horas la brisa se torna misteriosa
y huele a juncos limpios y huele a algas podridas.

Ahora se ve la estancia como en un turbio espejo:
abollada la parva y la máquina gris.
Lo que antes era llama, vibración y reflejo,
ya no es otra cosa que rocío y matiz.

Ahora ya no se advierte ni un signo de fatiga,
ni una voz destemplada, ni un paso desigual.
Todo entra en el regazo de la penumbra amiga:
el corazón del hombre, la rueda del metal.

Baldomero Fernández Moreno
Buenos Aires – Ciudad – Pueblo – Campo
Ed. Kraft, 1941.

sábado, 22 de enero de 2011

Elige tu propia muerte

…él se desnuda y echa las bolas a la suerte.
Horacio Pilar


Ya estás de cara al horizonte,
echadas las bolas a la suerte,
desnudo, limpio y uniforme:
elige aquí tu propia muerte.

Está en tus piernas el impulso
para que con dar un solo salto
se apague el ruido de tu pulso
o se disperse en el asfalto.

Otra manera menos cruenta
para acabar con tu vida hay,
más suave, más callada y lenta…

Hay que bajarse de la grada
como si morir no fuese más
que vivir… vivir como si nada.

by Julio Lapsuscalami
01-2011