PLAYAS
Desfiladeros de impudicia.
Pese a los tantos senos, muslos, nalgas
exhibidos y solazados de su desinhibición,
aún es pudoroso saltar las olas,
instalarse a la hora de más gente
o perder la malla en un chapuzón.
Hornos llenos de tentaciones
donde crepita la inevitable juventud
(adanes de pacotilla con evas pulposas
y canastas de manzanas podridas),
donde es preciado el choclo caliente,
y –cuando abochornados- los bañistas
enloquecen por un sorbo de agua fresca.
Basurales colmados de ratas lascivas;
entre los curvados adornos mujeriles
que sobrexcitan a los machos de arena
el mar con su pulida frente de caracol
Mientras incomprendidos hombres adolecen
por entrar en ruedas de mate o de truco,
las señoras observan con grato asombro
las novedades de una primogenitura.
Ardida la tarde, una luna naranja
pondrá fin a tanto desborde de lujuria.
(del cálamo de lapsus, en Mar del Plata, en diciembre de 2004)
Desfiladeros de impudicia.
Pese a los tantos senos, muslos, nalgas
exhibidos y solazados de su desinhibición,
aún es pudoroso saltar las olas,
instalarse a la hora de más gente
o perder la malla en un chapuzón.
Hornos llenos de tentaciones
donde crepita la inevitable juventud
(adanes de pacotilla con evas pulposas
y canastas de manzanas podridas),
donde es preciado el choclo caliente,
y –cuando abochornados- los bañistas
enloquecen por un sorbo de agua fresca.
Basurales colmados de ratas lascivas;
entre los curvados adornos mujeriles
que sobrexcitan a los machos de arena
el mar con su pulida frente de caracol
Mientras incomprendidos hombres adolecen
por entrar en ruedas de mate o de truco,
las señoras observan con grato asombro
las novedades de una primogenitura.
Ardida la tarde, una luna naranja
pondrá fin a tanto desborde de lujuria.
(del cálamo de lapsus, en Mar del Plata, en diciembre de 2004)
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