En un pozo poco profundo
me enterré.
La tierra, negra, negra,
negra y sucia como mi alma,
comenzó a filtrarse por los poros de mi piel,
comenzó a caminar por las fosas nasales de mi pequeña nariz.
De repente en plena oscuridad,
un brote verde sale de mi rostro,
a la luz de las tinieblas que me rodean.
Tan pequeño, tan inocente,
cree que la verdadera luz es esta oscuridad.
Como crecer entre las tinieblas?
Como renacer entre esta humedad?
Siento pudrirme.
Hemos vuelto en nuestra versión cibernética. Esta revista llamada Sociedad Anonima se enciende nuevamente esperando juntar nuevos adeptos. Este proyecto nació como un juego hace ya muchos años en el secundario y hoy renace de las cenizas como el ave fénix, por eso el nombre de blog es ave fénix anónima. Espero les guste y participen. Recibimos poemas, poesias, prosa con rima y sin rima. Axolott
martes, 16 de noviembre de 2010
Pudrirme o no pudrirme, esa es la question.
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Mi humedad
En un rincón oscuro, frio, tenebroso,
me refugio.
Comencé a mirar a traves de la oscuridad,
comencé a distinguir figuras oscuras,
hechas de oscuridad.
Comencé a pensar en la oscuridad,
en la humedad,
en el ser.
Y es ahí, donde me encontré,
cubierta de telarañas,
cubierta de hongos,
inyectada de humedad.
En un rincón oscuro me encontré,
en un rincón oscuro me olvide.
sábado, 6 de noviembre de 2010
arte proteica
ahora es otra
antes escribir era sentarse a diagramar un espejo
ahora es como hacerse rayos
en una era pulir hasta ver en el brillo mi cara
ahora es mirar al trasluz y callar
11/ 2010
jueves, 28 de octubre de 2010
El poema que justamente recordaba esta mañana antes de enterarme
la calle tiene el rostro de una puta triste a la mañana
la calle tiene la silenciosa hondura de un bostezo
la calle tiene pudores de puta resignada
la calle tiene el triste silencio de una mañana no madrugada
la puta tiene una hondura de bostezo entre las patas…
son cuestiones de estilo,
la poesía no está en estas variaciones estilísticas y composicionales,
la poesía no está en lo ingenioso de las palabras,
la poesía quizá esté
(nadie debe mostrarse tan seguro)
en la misteriosa vinculación de variación e ingenio,
el poeta es un voz y un oído sutil que habla y no se oye,
que oye cuando no se habla,
que capta, que ve, que dice poesía porque es poeta
y es poeta porque dice poesía,
no hay creencia en serlo, se es…
Tengo una tristeza para envolver regalos (ya lo dijo alguien, o algo parecido)
la gente camina como en una escalera mecánica,
la muerte iza la bandera…
el arma,
no me duele la muerte,
la muerte es inevitable,
me duele la actitud,
me duele la intención
no el regalo truculento del niño
el arma,
la mancha de sangre traza el rostro de Bush,
llamen al Presidente…
que presida el aula,
que presida el alma,
soñé que el Presidente hacía perfectos malabares con nuestras tristezas
y todos sonreíamos… y todos llorando de llanto llorábamos de risa…
soñé que el Presidente era un perfecto malabarista,
que hacía malabares con armas y tanques, con silencios y voces,
y la calle se reía,
y la calle dejaba sus bostezos de puta triste,
y todos, todos perdonábamos… al niño asesino que volvía a casa al perdón al ayer imposible… en que no había
muerte, ni mancha, ni arbustos presidentes sucios, y mi Presidente lo abrazaba
con devoción maternal de puta resignada que cual increíble Magdalena…
Escrito en octubre de 2004
27-10-2010
El motivo era el asesinato del chico a sus tres compañeros en Río Negro. Este poema lo leí en micrófono abierto en el Umbral en Puan una tarde-noche que fuimos con Diego a un recital de poesía que organizaba el MST (Diego seguro que se acuerda). No volvimos a ir más. No pensaba leerlo, él me dijo que lo hiciera y lo leí con sentimiento.
Pd: El poema no es bueno, ya lo sé. Es viejo. Pero posta que lo recordé antes de enterarme de la muerte de hoy. En el momento de escritura (octubre 2004), K era todavía un enigma para mí. En mi propensión a conservar los enigmas, no puedo decir que su muerte esclarezca mi postura política al respecto (que, dicho sea de paso, no creo que a nadie le interese mucho); pero sí puedo decir que hizo muchas cosas buenas (quizá más que malas, que las tuvo y también las recuerdo) y tuvo fortaleza e inteligencia, no como los pichis de la oposición que son impresentables (eso hay que reconocerlo, rivales serios no ha tenido).
Yo no creo en las coincidencias y menos cuando uno piensa cosas que no debiera pensar en el momento indicado. Acá me tengo que comer mi teoría y reconocer que pensaba en este poema y en cómo iban a pensar en K de acá a 50 años esta mañana sin haber prendido la tele ni oír la radio ni saber mis viejos nada al respecto. A la hora nos enteramos de que K había muerto. Yo no podía entenderlo. No conté mucho esto hasta no dar con el poema (creí que no lo iba a encontrar), porque sé que van a creerme que soy un chamuyero.
jueves, 21 de octubre de 2010
2 nuevos poemas que pronto serán viejos
Olvidia
El recuerdo tiene a veces
aristas peligrosas,
densos pasillos de momentos
que quisimos que pasaran
y también escuálidos minutos
en los que el corazón se recostó gozoso
sobre un pecho mullido de dolores
y quiso no dormirse.
Pasa a veces que el recuerdo tiene agudezas
ocultas en el filo de una foto improvisada
o emboscadas en la curva
de alguna pregunta pendiente...
20-10-2010
La poesía nos salva
En la cárcel azul de una palabra
que la voz dicente no silencia diciéndola
y que los sentidos sienten sintiéndola intacta
en la cárcel azul de sombras
que trazan una luz tenue
que no es otra
que la mente jugando con muros invisibles de palabras,
para tapar la ausencia,
y apresar la prisión
de un futuro que se deshace,
ya no existe.
10 – 10 – 2010
viernes, 13 de agosto de 2010
Luna
tendrá la alegre crueldad del que
se despierta tarde una mañana
y siente respirando
el día que no vio
amanecer
mas siente suyo un sol
que habita en otro polo.
No verte cuando nazcas, luna nueva,
me será dulcemente triste,
como adivinar una mirada hermosa
que no me mira,
como dejar una caricia que no te alcanza
dormida entre los dedos
esperándote.
No verte cuando nazcas, Luna,
y extrañarte ya, sin nunca
haberte visto,
y estarte hablando sin que entiendas
todavía lo que digo
y apilar palabras, deseos y palabras,
que buscan envolverte y abrazarte,
ser silencio
juntos
en una tarde triste
de un nublado Buenos Aires
en la que aún eres un sueño.
de jULIO a LUNa
jueves, 3 de junio de 2010
Questión de actitud
Con miras a qué nada o norte?
A quién sigo, ciego?
Al oleaje sugerente y musitante
o al espumarajo que hace a duras dudas el silencio enhiesto sobre el pedregal?
Debo yo nadar acaso en paralelo al banco groselloso de tus pasos?
Con malla soflamera, muda chillona y desborde de caricia suave y lenta?
Habrá una cosa real en este voluble socavón de gracia seria y son
tus senos cincelados en azur de azor o azar?
el agostarse nuestro labios promisorios en tálamo
o túmulo de mar?
sábado, 6 de febrero de 2010
Miguel Brascó, Otros poemas e Irene
(Nota de solapa)
El poeta se empeña en recorrer las calles con ese mismo desinterés y agresiva desenvoltura con que los poemas atestiguan su legalidad. Vive constantemente preocupado por darle a ese hecho múltiple, urgente, disociado y económico que es lo cotidiano, el mismo perfil con que la poesía se recorta contra la eternidad.
Vivir, para un poeta, es solamente traducir en cualquier peripecia inmediata un acento más del interminable poema que siempre se escribe.
Nadie, como Miguel Brascó, ha sabido llevar esta actitud de permanente poesía a todas las circunstancias con que la vida nos construye. Sus veintisiete años, su atención siempre tensa sobre la amistad y el amor, su infinito tiempo donde todo cabe hasta la superposición única y perfecto de múltiples actividades –no compatibles entre sí e inextricables- todo concurre para formar la misma y continua línea del poema.
Los poemas de Miguel Brascó agregan una nota personal de fluencia casi narrativa, a las modalidades que caracterizan la poesía argentina de vanguardia, esto es, la actividad no melancólica, las nuevas relaciones que intenta con los materiales que provee la experiencia de vivir.
Su actitud es contenida, cautelosa, intentando en todo momento conducirse “con elegancia y con esmero –como si nada fuese cierto”. Su lírica evita los recursos habituales de la retórica en uso y trata de expresarse en forma sustantiva, por la enumeración y la contraposición de circunstancias reales que demuestran el intenso misterio con que el destino o el azar organiza la vida de los hombres.
En sus poemas se continúa, tan sólo, esa identidad, esa confraternidad depurada y compleja de los hechos del mundo que es la poesía.
A.V.
A Miguel Ángel Gómez
Irene otra vez
“La ciencia de su nombre es desencanto”.
El mundo ha cambiado alrededor de nosotros,
te observo olvidada en una silla en el atardecer,
existiendo en dos ojos;
quiero agregar lo que ya sabes,
aquello muy tonto sobre el amor y el deseo.
habrás entrado con la sonrisa pálida para hablar del otoño
asumiendo las actitudes naturales, pasando
ligeramente sobre los libros,
mirando las últimas fotografías, haciendo frases
como quien vacila,
tocando aquí y allá las experiencias inmediatas
con la punta de los dedos.
puedo hablar de la lluvia, la intimidad que provee
especialmente para nosotros
o practicar una astucia sobre el amor, un recurso.
pero el mundo ha cambiado en el interior de nosotros
y es inútil acudir a las referencias comunes,
la breve desolación de las noches perdidas,
los labios visitados, las manos, las excusas,
todo cambia, es inútil,
qué frío justamente,
la pasión no nos toma, como ayer, de los ojos,
necesito humillarte para eludir las penas.
el mundo ha cambiado en el interior de nosotros.
he amado mujeres azules y una memoria,
el destino esquivo, el día y su fracción;
el pensamiento vertiginoso agrega imágenes y palabras,
algunas de ellas te ofrezco
como testimonio y como disculpa.
Documento para el futuro
Los fastos del año reclaman su intervención,
la magia que se intercala entre mis palabras y sus evidencias;
los fastos de mi impaciencia quieren dominarla con astucia,
destruir sus declaraciones,
estar seguro de que en cualquier momento logra la inmortalidad
gracias a mis alegorías,
y lejos de este juego de comparaciones interminables
pierde toda confianza, toda pasión y toda réplica.
simplemente deseo incorporarla a mi imperio,
agregar su provincia, el escudo que nadie ha avasallado por largos meses,
a las etnografías de mi incesante lujuria.
nadie vive años y circunstancias meritorias,
olvidos difíciles, iniciaciones precarias, entierros a medianoche, cartas
en las cuales una sola palabras, entre todas, interesa ser comprendida.
teléfonos y citas en los cafés de aquí y de muchas otras partes,
nadie recorre este permanente desengaño
sin merecer otras inmunidades.
yo le digo a alguien: el fuego es la absolución y la causa
de los pecados capitales,
y el ardimiento común, el mecanismo
de las noches cursadas como mensajes infaustos,
nada de esto se pierde, como el resto de la materia, en el mundo;
su transformación responde a leyes y vanidades,
y rehusar u olvidarlas es uno de los tantos aspectos infecundos,
un residuo de oscuras culpas inconfesadas.
Distintas actitudes
Se le ha dicho que procure entretener sus ilusiones,
que no arroje otra vez las numismáticas taimadas desde el puente de los suspiros,
sus anillos de desposada en el bolsillo de los futuros amantes,
que no siga usufructuando su desnudez en las viviendas melancólicas.
esta mujer practica la sordidez oficial de los bulines,
escucha frases y tangos en los fonógrafos del suburbio,
corrompe nuestra amistad con la intolerancia de su sexo;
yo la miro todas las tardes considerando su caderas,
aparecemos juntos complicados en actitudes tenebrosas,
en noches espesas donde sus manos contribuyen a complicar las situaciones.
desde que la conozco no puedo hablar otras palabras
más que las que presumo útiles para conmoverla;
las almohadas se disputan el peso uniforme de sus cabellos;
he olvidado las consignas que la historia inventa para salvarnos.
si ella supiese que la observo con tantas precauciones,
los espejos, donde me arreglo el nudo de la corbata,
serían distintos a la luz de sus ternuras aparentes,
y las noticias que recibo por teléfono contribuyen a embellecerla.
Retrato de damas y denuncia
Todo ocurrió en la medida en que ella y yo lo habíamos imaginado previamente.
ocurrió en trenes, hoteles de poca categoría, en habitaciones del suburbio,
en litorales arenosos, en salas correctas con alfombras, en momentos de euforia,
en automóviles insospechables, en muchas partes ella y yo
aplicábamos nuestra inteligencia para salvar los primeros inconvenientes.
usted ahora, pálido y protegido por la sombra,
escucha estos detalles menores que ella narra;
sus reservas éticas son cada día menos útiles,
sus portaligas constituyeron siempre el detalle más pornográfico.
hubo también momentos en que ella y yo nos amamos con exquisita ternura,
olvidando nuestras diferencias específicas y la proximidad de nuestros géneros,
tomando sol después de las comidas,
aplicando nuestra sensualidad a los disfrutes infrarrojos
y el espíritu en la producción de idea claras y distintas
sobre las preferencias del destino que ignorábamos todavía.
el destino ha practicado un oportuno escamoteo,
mi velador ya no endulza el filo de sus dientes,
las correspondencias la menciona como un detalle intrascendente;
usted empieza a sospechar hasta dónde fué creciendo nuestro odio,
pase por alto sus atenuaciones circunstanciales, su hábil racconto que nos empalidece,
la verdad es que tuvimos el mundo por excusa, la libertad por sistema;
ella y yo vivimos meses de legítimo orgullo
y nuestra activa soledad nos recupera de combustiones imprudentes.
Vivir
Qué acercas a tu destino sino la forma plural del deseo,
lo que va haciéndose como la lluvia,
y fertiliza los días evidentes
y los días aciagos;
qué propones para los sueños, sino el aparente vínculo con el sitio
donde tu nombre encuentra su abigarrada cualidad,
y la razón para ser pronunciado con deleite;
qué aguardas entre los árboles ya enriquecidos por el otoño,
la melodía del viento
que ha de comenzar antes del atardecer,
o la visita de los pájaros,
o solamente esta certidumbre de acercar, proponer, aguardar
eso que llamas plenitud
y que confusamente deseas para tu vida,
no más adelante sino ahora.
Me permito recordarle
que deseaba alguna vez ser admitido como uno más entre los hombres,
pero a los pocos días lo fastidiaba la vulgaridad y la rutina,
el juego bizantino de las visitas primorosas,
las cartas de felicitación para los bebes recientes y sonantes,
los saludos a los parientes en la puerta de calle,
lo que supone ordinariamente vivir:
copular, comer y hablar de los temas comunes.
sus sentimientos eran simples pero mal administrados,
no por incapacidad sino por negligencia,
porque pese a su talento para evitar inconvenientes,
en los momentos decisivos
carecía de voluntad para superar la inesperada inercia.
se esmeraba no obstante en vivir
con elegancia y ligereza, como si nada fuese cierto,
eligiendo las calles laterales y evitando los sobresaltos,
en paz con todo el mundo e ignorando los detalles,
hasta que finalmente se preguntaba
cuál era su realidad en los días indecisos.
la realidad empieza en los estados intermedios,
no en la lujuria ni en el desdén, sino en los modos intermedios,
cuando uno viste su traje gris y sale a ver lo que sucede;
ni con lujuria ni con desdén, sólo mirar lo que sucede.
caminaba en esos días con una extraña certidumbre,
solía estar con sus amigos en el foyer o en las tertulias,
escuchando sus opiniones sin comprometerse con ninguna,
y cultivando en esos días
un ingenio sospechoso y melancólico,
un frío humor sobre la ironía del destino
que le permite a uno sobreponerse a los elementos que lo superan.
tiene veintiséis años y hasta ahora es conocido
mucho más por referencias que por actitudes personales.
si usted quiere encontrarlo bastara con que me lo diga;
yo le transmitiré sus deseos y fumaré un cigarrillo mientras llega.
Índice
Irene abre la ventana
Irene otra vez
Gebeh en octubre
Ironías que preceden al olvido
El orden de los acontecimientos
Documento para el futuro
Lo que pasa con Ebe
Distintas actitudes
Retrato de damas y denuncia
El intercambio maldito
Vivir
La unión intranquila
Los hoteles de paso
El crimen
Las vías del hecho
La dignidad del oficio
Me permito recordarle
-----o-----
Otros poemas e Irene, de Miguel Brascó, ha sido impreso para Ediciones Colombo bajo el cuidado de Osvaldo Svanascini; en la casa de don Francisco A. Colombo en el mes de diciembre de 1953. Completan la presente edición original, cinco ejemplares fuera de comercio, numerado del I al V, sobre papel Leonart Register.
martes, 2 de febrero de 2010
Antología de la obra completa de Ana María Chouhy Aguirre
ALBA GRIS
1929-1938
El bibliófilo
Florida 530 – Buenos Aires
1938
Tirada: 550 ejemplares.
Paseo a las seis
La tarde estaba tibia
y perfumado el aire.
Yo caminaba absorta
por el camino de árboles.
Yo me acosté en el suelo
sobre la hierba suave,
y contemplé la altura
a través de los árboles.
Sentí una paz muy honda,
oí el trino del ave,
respiré con delicia
y acaricié los árboles.
¡Cómo he deseado entonces
para siempre quedarme
sobre la tierra fresca,
bajo los verdes árboles!
Octubre
Marché por el camino en la hora perfecta.
¡Qué verde la pradera y qué azulado el cielo!
¡Qué excitante el perfume de las rosas abiertas!
¡Qué bello el movimiento del pájaro en su vuelo!
Todo estaba callado, pero un rumor suave
brotaba inesperado –las voces de la tierra-
y se cristalizaba en el trino del ave
y subía ami alma y borraba mi pena.
El aire estaba lleno de sugestiones nuevas
y las palabras niñas jugaban en mi boca,
y al conjuro de octubre todas las cosas serias
bailaron en mi mente inexplicable ronda.
Y quise ser alegre y quise ser dichosa
y olvidarme de todo lo que causa dolor.
Más* se apagó la tarde, se deshojó la rosa,
echó a volar el pájaro y sólo quedé yo.
Sólo cariños grandes…
Sólo cariños grandes me atan a mí a la vida.
¡Cuánto tiempo he soñado para siempre partir!
Sueños desoladores ya que yo no tenía
motivo que valiera la pena de vivir.
El agitado mundo siempre me ha atormentado
y el ver crecer lozanas a las flores del mal.
Así mis ilusiones, todas se han derrumbado,
era bella, mas frágil, mi copa de cristal.
Es duro y es inútil recorrer el camino
sin fe, sin esperanza, sin lucha ni ambición.
Sólo cariños grandes no cambian mi destino.
Quería irme a las sombras ¡y entre sombras estoy!
La torre
Yo quiero una alta torre de silencio profundo,
Hasta donde me lleguen decantados los ruidos.
Yo quiero sólo el alba de las cosas del mundo
y la música suave que viene de los nidos.
Yo quiero oír apenas el dulce rumoreo
que hacen las hojas nuevas en mi abierta ventana.
Yo quiero penetrarme de todo lo que veo
Y sentir que se abisma mi condición humana.
Y cada vez más lejos de lo que al hombre atañe
En un gesto egoísta del olvido esperanzado.
Que el día amanecido con sus luces me bañe
y abandone la torre mi corazón alado.
1918
Ayer nací y el tiempo en corto vuelo,
fué* llevando a jirones mi alegría.
¿La tuve alguna vez? claro pañuelo
para llorar, ¡mi propia poesía!
Pensar que alguna vez el campo abierto,
fue para mí, para que yo lo andara*,
El mundo estaba virgen y desierto,
alguna vez no supe y esperaba…
La breve llama erguida está apagada
allí murió mi adolescencia triste.
Mi voz nunca se oirá; y mi palabra,
sin alma y sin pasión vibra y no existe.
El destino del hombre
Aunque seamos castos
aunque seamos buenos
de ambiciones humildes
y de claro mirar,
como todos tendremos
nuestras dudas y penas
más* la amarga tortura
de la desdicha ajena
el dolor de estar solos
y el cansancio de andar.
La vida es una sola
muda y trágica sombra.
La ternura que dimos
¿quién nos la volverá?
Y si hemos sido justos
¿quien* llevará la cuenta?
y cuando estemos tristes
perdidos en la niebla
como pájaros ciegos,
¿quién nos consolará?
No esperamos del hombre
gratitud o consuelo.
Él también va angustiado
buscando su verdad.
Y si es bueno o si es malo
a él lo lleva la vida,
honda corriente negra
desesperada y fría.
Todos somos hermanos,
oh destino fatal!
El pájaro en la caja
El pájaro en la caja
cuatro paredes negras
y un cielo desolado
formado de tinieblas.
Alas pequeñas, tiernas
de suaves plumas grises
que golpean la caja
con ansia indefinible.
¡Ay pájaro de mi alma!
desamparado y puro,
prisionero en la cárcel
de tu instinto seguro.
Hoy quieres volar alto
En el viento celeste
¿Habrá una estrella buena
que su impulso preste?
¿Surgirán resplandores
de tus alas humildes
o tendrás el destino
de los que nacen tristes?
¿Alcanzarás las cimas?
¿Olvidarás tu pena?
¿O serás siempre esclavo
de tu amarga condena?
Ah! Pájaro indefenso
de los ojos de llanto
en tu garganta joven
se apagarán los cantos.
En tu pecho de nácar
entrará una pasión
y una flecha segura
caerá en tu corazón.
Olvidarás tu impulso
recordarás tu pena
y tus alas grisáceas
te traerán a la tierra.
*sic
Índice
Nacer
La tierra y el hombre
La casa
Canto a la vida sencilla
Ronda
En el nacimiento de Alberto Santiago
Explicación
Estudiantina
Motivo
Domingo gris
Paseo a la seis
Nosotros
Flores
Versos en la muerte de Hamlet
Cuando cae la tarde
El curso de agua
Para mis noches
Octubre
La pena
Aprender a vivir
Lamento del alma aprisionada
Versos de sombra en la ciudad
A Chopin
El buque
Lo que yo he visto
Yo
Sólo cariños grandes
Ayer
La torre
Hay algo en mí…
1918
La esperanza
Ay amor!
Mi dolor
El destino del hombre
A Leopoldo Lugones
El pájaro en la caja
Este libro se acabó de imprimir en los talleres de A. I. Miller, Calle Estados Unidos 1719, Buenos Aires, el día 25 de octubre de 1938.
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Ana María Chouhy Aguirre
LOS DÍAS PERDIDOS
Editorial Losada, S.A.
Buenos Aires
1947
(Nota preliminar)
Ana María Chouhy Aguirre nació en Lomas de Zamora el 15 de febrero de 1918, y murió en Adrogué el 28 de abril de 1945. En 1938 apareció su primer libro de poemas: Alba gris. De 1942 a 1944 fué co-directora de la revista de poesía Verde Memoria. El presente volumen contiene sus mejores poemas póstumos, escritos desde 1938, hasta poco antes de su fallecimiento. El título: Los días perdidos, fué encontrado entre sus borradores, y con él pensaba denominar la obra que no llegó a dejar terminada, y que hoy ofrecemos al público como un homenaje a la joven escritora desaparecida.
(epígrafe)
Oh, ardientes días.
Veo pasar mi juventud
como las nubes extendidas.
A.M. CH. A.
A Silvia
Sobre las frescas rosas y la hierba,
canta, oh Silvia, el aire del verano,
la eterna juventud de cada rama,
el vuelo misterioso de los pájaros.
He perdido mi amor, ay amor mío,
y entre las hojas olvidadas muero,
recoge, oh Silvia, lo que nunca he sido,
despliega hasta las nubes mi recuerdo.
He de mirar al cielo suplicante
por que devuelta intacta ante mi vida
la imagen de mí misma, no este rostro
que fijó en el espejo mi agonía.
La tarde
El crepúsculo cubre los campos y los seres,
se oye el rumor del río que eternamente pasa,
los caballos levantan sus cabezas y el cielo
se cubre de una luz descolorida y blanca.
Hay el olor a menta, el dulce olor a hinojo,
y las hierbas sin nombre amargas y olorosas,
y una paz verdadera que conmueve y obliga
a amar profundamente los hombres y las cosas.
Ya retorno, los grises abrazan la arboleda,
sobre los cambos quedan temblando las totoras,
la tarde ha desplegado su serena ternura
sobre el hálito triste de las últimas horas.
Juventud
A Raquel Pietranera
En esta hora nuestra seria y atormentada
como un dulce crepúsculo indeciso y ardiente
cuando toda la vida aparece cambiada
del sueño de la infancia, del sueño adolescente.
Qué difícil, amiga, elegir un destino,
qué difícil estar y vivir la existencia,
qué difícil el giro del extraño molino
siempre igual y terrible su terrible cadencia.
Qué imposible evadirse, qué realidad quedarse,
todo está ya más lejos de nuestro gesto humano,
sólo queda la rosa de comprender y amarse;
lo demás todo pasa, perecedero y vano.
Poema con violetas
Las violetas de invierno son como una mirada,
sobre sus suaves cuerpos me inclino descansada,
para mojar mis labios en sus fresca ternura,
en su melancolía de tranquila hermosura.
Este tiempo que gira y dispersa un destino
mientras llorando trata de elegir su camino
se parece a una flor, a un flor que se muere,
y su aroma, el recuerdo turbador que nos hiere.
Todo es difícil, triste, y el amor ya no canta,
la canción que traía se quebró en su garganta.
Oh si huyendo del mudo, al mundo se olvidara…
Y un ramo de violetas para apoyar la cara.
Sonetos de la isla de Mallorca
-Y desde aquí, señora, mis versos a ti van,
olorosos a sal marina y azahares,
al suave aliento de las Islas Baleares-.
Rubén Darío
I
Isla lejana
Isla lejana donde siempre anduve
sin llegar nunca y sin partir apenas,
mi sangre iba corriendo en otras venas,
savia de encina y sal que luego tuve.
De aquellos olivares ¿qué retuve?
¿y de las viejas torres con almenas?
historias de piratas y sirenas
y el loco mar que por las rocas sube.
Aire puro de almendro en la pradera
toda mi alma verdeció en la espera
con una nueva y áspera fragancia.
Montes largos, bahía y atalaya
en la segura cueva de la infancia
para volver por fin cuando me vaya.
Soneto
Bien sé que he de morir de alguna muerte,
acaso en la mitad del claro día,
ni llore, ni me da melancolía
porque me gusta el juego de la suerte.
Pero, que muera, amor, sin conocerte,
amarga flora o ronda de alegría,
podría parecerme que moría
una vez y otra vez hasta perderte.
Sobre la dulce tierra enamorada
tranquila mi cabeza reclinada
pensará que de nuevo está naciendo.
Porque es más cruel la espera y largo el daño
de morir sin morir y estar muriendo
sólo por ser mi pelo tan castaño.
Danaíde
Escultura de Rodín.
Como una quieta rama de asfodelo
se inclina hacia la tierra, ¡oh! Danaíde,
todo tu cuerpo haca el dolor decide
su forma eternizada bajo el cielo.
Y el alto amor que ardiera sin consuelo
yace sobre tus hombros y reside
donde el tiempo que pase nunca olvide
la ternura perdida entre tu pelo.
¡Oh! suplicante mármol armonioso
cálidamente suave en el reposo
de la belleza pura detenida.
Gira al mirarlo un triste pensamiento.
Si el amor me envuelvo como un viento
voy a llorarlo así toda la vida.
Soneto a Charles Dickens
Adiós a Míster Dickens, dulce flor,
rumor antiguo y cielo transparente,
isla de infancia límpida en la fuente
del sapo y del cristal murmurado.
Voy andando hacia todo mi dolor
dejando atrás el aire adolescente,
romántico ademán, ronda sonriente,
polvo de oro y de ayer, consolador.
Árbol tan quieto, que me alejo triste
sueño tan claro, que ya no existe
entre mis manos pálidas de olvido.
Sombra y misterio de ciudades viejas,
y el fugaz aletear de las cornejas
en el oscuro viento va perdido.
Segundo soneto triste
Hasta dónde el dolor que peregrina
y largos muros de llorar que siento
irán doblándome, como en el viento
quiebra la flora su pecho y se termina.
Va en los ríos de amor la golondrina
con la garganta abierta en el tormento,
igual que el arco de tendido acento
al aire del morir, ¡cómo se afina!
Porque hay sobre la voz algo espantable
Llevad mi adolescencia interminable,
¡oh! pies descalzos, ¡vasos de la muerte!
Puedo bajar hasta mi bosque triste
puedo mirar el agua que se vierte
sobre las piedras donde nada existe.
Soneto
Quiero decir mi canto como el ave,
quiero mi soledad entristecida,
y quiero ya que el llanto está en mi vida,
un modo de llorar discreto y suave.
Mi corazón cansado sufre y sabe
que sin grito la voz está en su herida,
como la dulce rama florecida
que se alza hacia un destino lento y grave.
Por eso busco entrelazar mi pena
para que se armonice y sea serena
con el mensaje musical del viento.
Y que mi verso entre la hierba verde
diga sencillamente lo que siento
en esta edad de asombro que se pierde.
Índice
Noticia biográfica sobre la autora
RECUERDOS DE OTROS DÍAS
Siento que nada existe…
Fatigada de cuanto…
Ay, el amor es triste…
Canción
Soledad
Cada hora
Cancioncita para el oído de mi niño
¡Oh! juventud
Casta y desnuda voz…
Marinero en tierra
La hoja
Con el otoño muero
Poema de la adolescencia
Cambio
La palabra
CANCIONES DE OFELIA Y DE SILVIA
Canciones de Ofelia
A Silvia
NUEVOS POEMAS
Mis días tristes antes…
Qué destino forjó este destino amargo…
El árbol y el camino
La niña en el prado
La tarde
Los días perdidos
Juventud
Poema con violetas
SONETOS MELANCÓLICOS
Soneto del dolor
Soneto de la armonía
Soneto de la edad
Soneto del viento
Soneto para mi alma
Sonetos de la isla de Mallorca
I.-Isla lejana
II.-Payesa
III.-Morir
Sonetos de amor
I.-No hallaría reposo…
II.-Me circunda un amargo…
III.-Arde el amor…
Soneto de la espera
¡Oh! soledad primera
Soneto
Soneto de Ofelia
Soneto para el hijo
Soneto
Soneto
Soneto otoñal
Soneto
Soneto del amor lejano
El poeta
Danaíde
Soneto a Charles Dickens
Primer soneto triste
Segundo soneto triste
Tercer soneto triste
El pensamiento
Soneto
Soneto
Soneto de la muerte
Se terminó de imprimir el días 16 de abril del año mil novecientos cuarenta y siete, en la imprenta López, Perú 666, Buenos Aires, República Argentina.
miércoles, 20 de enero de 2010
Daniel Giribaldi - Agua reunida (antología propia)
1949-1956
Ediciones poesía buenos aires
Buenos Aires - 1958
Índice
Tiempo y milagro (1952-1956)
Celebración del milagro
Regreso entre dos regresos
El parque del reloj detenido
Los peregrinos de Barracas
El llanto de Ismena
Corrientes y Carlos Pellegrini
Otra mano en el tiempo
Agua reunida
Única suite cordobesa
De niebla
Nocturno giratorio
Asamblea del otoño
Parque Sarmiento
Cielo de la Cañada
Tres poemas con amor
Dos cuerpos destruidos por sus labios
Bella del Sur
Retorno en el más alto cerro
Otros poemas
Tocata y fuga
Postal de Navidad
Derrumbe de un cabello
El mural de los monstruos
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(Los poemas "De niebla" y "Asamblea de otoño" no fueron transcriptos por encontrarse en la antología de POESÍA BUENOS AIRES y en la antología de Poetas del 50 de Furlán, es decir, por resultar más accesibles. Son poemas excelentes -sobre todo De niebla-).
Celebración del milagro
Tanta hojarasca, tantas hojas muertas,
son testimonios de que un árbol vive
puesto que toda muerte no es, en suma,
sino una vida inexpugnable.
El fuego se hace eterno en cada hoguera.
La eternidad se manifiesta en ríos:
un constante fluir, un ir muriendo
sin pausa, el mito en que continuamente
Perseo decapita la medusa.
La eternidad, los ríos son lineales.
La línea es un descanso de la forma,
vive fuera del tiempo, firme y lúcida.
El tiempo hace posible los recuerdos.
Envejecer, morir, eternizarse,
-tanta hojarasca, tantas hojas muertas-
ir transformando nuestro espacio en tiempo.
Viviendo celebramos un milagro.
Todo vivir, toda porción de muerte,
es un rayo de Dios. Son testimonios
apenas unas hojas, unos libros,
una congregación de mariposas.
Regreso entre dos regresos
Para Noé L. Gutman, que lo publicó en el diario por él dirigido.
Vuelva la estatua al yeso,
al pie la huella. El hombre
regrese al barro. Sucumbamos
al peso de una dalia
viendo esfumarse muelles y ciudades
y tardes ataviadas para el viaje nocturno.
A una señal partan las islas
hacia horizontes de carbón.
Sea de noche el día: la tiniebla
será vencida una vez más
y un alba núbil (la cubre una ribera
atada a su cintura como un lienzo)
nos mirará a la cal, a los fosfatos, a los restos
de antiguas disciplinas que nos forman
y el roce de la luz sobre las yemas
dirá un mensaje nuevo.
Irrespetuoso ante lo venerado,
todo mensaje nuevo es referido
a un comienzo inmutable.
Pues de un comienzo trátase, de un río
sobre el que ruedan infinitos ríos.
En el comienzo las aguas son confusas;
las corrientes, aciagas; oscuros, los combates
-la propia sangre mana por una herida ajena.
En el comienzo muchos se repiten:
¿Me interrogan? ¿Acaso es mi voz la que se escucha?
y, sin embargo, el día, conservando
algo de pueblo hambriento en el desierto,
Josué que le habla al sol y el sol que le obedece,
nos dicen que es posible,
que será estatua el yeso
y el barro se erguirá y el pie dejará huella,
que la tiniebla es un regreso,
nada más que un regreso
entre dos voluntades que regresan.
Peregrinos de Barracas
Han viajado. Una trama
de horizontes los cubre. Descansan. Un edecán de vidrio
sirve sin pausa su estatura. Emmaüs
dista de Buenos Aires veinte siglos,
una cruz venerada, unas espinas, unas guerras
distantes y distintas de las guerras.
¿He dicho que sus sillas son de lluvias?
Debo agregar que allí el Resucitado
partirá el pan, el vino. La plegaria
nombrará el río pardo, las curtiembres,
las chimeneas humillando el cielo,
los techos invasores, la intemperie invadida,
la oscilación del sol (un péndulo
de oro, una oropéndola en llamas) sobre el estuario manso.
Como Entonces mercarán los homéricos marinos
sus peces zodiacales. Los ganados opacos y los trigos
seguirán sucediéndose. Situada
entre la dádiva y el ruego,
esa ceguera de los hombres que llamamos
voluntad de Dios nos dejará sin Él, y los cipreses,
los árboles sombríos que respetó el invierno
y evitaron los pájaros, junto a la tierra leve y desvelada
de una tumba reciente, sonarán como siempre
que se entierra una lluvia, unas sillas
de lluvias; y aquéllos, que han viajado, que descansan
al claro de una novia, al candor
de una oliva, proseguirán sus fríos edecanes,
su eterna marcha insomne, rodeándolos,
creciendo hacia la noche
la ciudad opresora y oprimida.
Agua reunida
Este vaso de agua
lo he ido renovando en cada lluvia
y ahora forma mi reserva de lágrimas, del llanto
que no pienso derramar, así las penas
vengan a cuartearme, a castigar mi glándula de duelo,
a darme vuelta la alegría como un guante.
Este vaso de agua ese el ojo del tiempo.
Allí, perpetuamente, hago un nudo al pasado
Para acordarme del futuro.
¿Dí pan a mi operario y salud a mi duende?
En paz, entonces. ¿Llevé a dorar mi suerte? La preferí
de oro, por si acaso
tuviera que empeñarla, recibiera
más de dos infortunios.
Este vaso de agua
es el cristal del mundo,
lente convexa en la piedad y cóncava en el odio.
El agua tiene sed y a veces
qué diera por lavarse. Nos necesita a todos, pero puros.
Nuestra voz se arrodilla, y le sobramos.
Entre el amor y el álgebra, entre
los intervalos y el combate, el sol, las nomeolvides,
la fiebre, montan guardia.
Este vaso de lágrimas, yo digo, no debiera,
no debe derramarse. El antropoide clama por él,
en el cielo no saben de su forma. Es tuyo y mío
y de nadie a la vez, modesto en su retórica, escueto
en su serena transparencia. Una lluvia lo trajo
y otra lluvia lo llevará con ella
cuando la gota última rebase su medida
y el agua corra por el ojo del mundo,
por el cristal del tiempo, por este vaso de agua y sed
y nuevamente vaso para que las futuras tormentas
de la tierra lo llenen.
Bella del sur
¡Oh! cazadora de violetas, pastora
de crepúsculos, culpable
de las alas del día; religiosas
Pompeyas te rodean, memorables Barracas
acampan en tus ojos; tu cintura
está llena de barcos, un río
gatea blandamente bajo las blandas quillas.
Llueve en tu piel a veces. (Llueve
para que recordemos otras lluvias). Dobla
la ciudadela de tus manos, acuden
las dispersas caricias. Entonces
nos reunimos en un cuerpo
a comentar dos cuerpos
y el sur sigue fluyendo en torno tuyo.
Conversaciones, lluvias, te gastamos. (El reloj
cuyo péndulo es la tierra podría detenerse, podría
una abeja derrotar a un leopardo, nublarse
una azucena en vértigo). Sólo este pobre abrazo
ha perdurado, este abrazo, una esquina
de preguntas. ¿Ese amor, cazadora,
fue odio, fue deseo? ¿Te amé, pastora,
o a través de tu amor me estuve amando? ¡Oh! culpable,
el silencio responde por tu boca, el silencio,
la suma de todos los sonidos,
y en estos barrios de la muerte,
más allá del temor y la vergüenza nupciales,
¿tendremos que acatar otro desnudo, resignarnos
a usar otro esqueleto? ¿Volveremos
a amarnos, a crear, a destruir de nuevo
los dioses que nos han destruido, creándonos?
Agosto, 1952
Retorno en el más alto cerro
Pero retornas, húmeda la risa, fresca
la voz y clara la presencia lejana; pero
retornas dando sentido a este rumor que brota del poema
cuando menciono el agua
que corre allá debajo y que te nombra,
al sol, que pesa menos; al aire
interesado en todo lo que vive,
en la ternura de las bestias,
en el yacer paciente de las piedras,
en las distantes lámparas que alumbran y presiden nuestro día.
Hay un jirón de luz en cada espina
y la sierra está ahora más cerca
del corazón de la mañana, la tierra
tiene alas en el vado, el arroyo
va cantando a morir. Las bocas ávidas de octubre
absorben su frescura y en el cielo gira
una noria de pájaros.
Hoy es feriado en la tristeza. Las abejas
trabajan sus seis horas y expiran. La estación se descalza
y cumple su ritual, talla
su aguamarina el trino y hay pedazos de cielo en los charcos.
Todo reafirma tu presencia, en tanto
el arco de tu voz en el recuerdo dispara y recupera
los domingos del tiempo.
Pliegan las nubes su extenuado velamen, fragatas
celestes navegan este azul que te proclama. Lejano,
un camino
mira pasar rebaños de horas vencidas, un carro
que conduce tardes muertas, el frágil ataúd de la dicha.
Pero retornas, y aunque el recuerdo es cárcel
de doradas columnas verdes, borra
las cicatrices de encuentros no tenidos, de voces
que no nos fueron reveladas.
Hablo de lo ideal, naturalmente, de nacimientos
que no se produjeron, de partidas registradas tan sólo
en la novela cursi que el día desbarata
y de esta persistencia en la gracia que vuelve
cuando te alejas, o de este vano
tenerte en un poema, cuando la vida
a un paso de este pie,
torna azules los cerros a lo lejos
al par que nos mantiene
maduros aún para la maravilla y el milagro
Octubre, 1955.
Tocata y fuga
Un galope de agudas catedrales
entra cantando a enero, sol en mano,
brotando a borbotones de un anillo,
de un grito acorralado por las sillas
que esgrimen los autores del vinagre,
los mudos inventores de la harina
y en el reverso de los ojos pinta
su paloma ojival, su nieve gótica.
Su paisaje espiral, siempre de viaje,
convoca un frío oficio, una corteza
o un número de hielo en los botones
de una orquesta apagada.
(En el espacio
lucha el invierno con un diente ahorcado
y las hoces del frío le rasuran
la mirada de viejo).
Por la cruz del sonido entonces ruedan
hebillas de humedad, donde la noche
nutre sus viejos arcos de resina,
sus saetas de mido, sus flecheros
que despliegan su instinto sobre el mundo
y matan las cortinas del silencio.
En su caudal de abejas los violines
mojan su llanto. Se suicidan bosques
yendo a vender sus árboles febriles
bajo el curvado peso de los astros
y los desiertos juegan a los dátiles
con palmeras de sed.
(El planeta
se hunde en sus mares y desaparece
y la muerte saltando está a la cuerda
en el reloj de un loco).
Sin países, sin guerras en los dientes,
el hombre se debate en sus encías,
en sus antorchas líquidas, tocando
husmeando su gusto desvelado,
gustando apenas su incendiado oído,
escuchando su vista largamente,
viendo su tacto que cantando esgrime
un as de espadas y al sonido acecha
con su actitud en alto y sus tres filos.
(De rodillas los pianos, las estrellas,
Juan Sebastián, sus altos ventanales…)
Noviembre, 1949.
sábado, 2 de enero de 2010
Ahora no
por el que relojea lo que oigo
ruidos ruidos ruidos
y un silencio fino sobre el filo de la voz
el río también tiene un brazo
con el que estruja lo que trazo
palabras palabras
y una sed bárbara en la garganta del dolor
los altos edificios también tienen oídos
por los que escuchan lo que miro
sueños sueños sueños
y un solo recuerdo mordiéndome el corazón
y esa grúa amarilla tiene una mano
tendida hacia lo alto
con la que aferra en vano
nubes nubes nubes
y quizá una sola cosa busque que antes tuve
y ahora no.
Jueves 14, Puerto Madero