martes, 22 de noviembre de 2011

NOVIEMBRE

Veintidós de noviembre, ya no siento
la sombra suave de este sol macizo
enclavado en la cueva de los cielos,
prendido fruto azul del paraíso.

Veintidós de noviembre, ya presiento
la noche frágil, el lugar preciso
donde queda el hueco de los negros
y verdes ojos de alguien que me quiso.

Veintidós, ya no sé adónde llevo
los pasos tenues del pie indeciso,
si me arrastran o traen a otro puerto

lo ignoro, sólo sé que ahora piso
un país donde no se sueñan sueños,
un noviembre sin verte… y agonizo.


22-11-2011

lunes, 14 de noviembre de 2011

CONATO

que las palabras sean un conjuro contra las imágenes que me congelan
en un pasado en que no existo
en un futuro fantasioso

que las palabras sean andamios o puentes levadizos
y que el silencio ande dando voces
trazando mis bordes más desnudos

que las palabras que mi tristeza te ofrece
iluminen el equivalente sitio que tu tristeza tapa
y las instantáneas felices que plancha tu obstinación
se ajen como hojas y destiñan

que las palabras conserven el calor de estos dedos
y consigan abrasarte


Escrito estando triste, el domingo 13 de noviembre de 2011, a la una menos cinco de la mañana.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Alcándara (uno de los primeros libros de Bernárdez...)

Francisco Luis Bernárdez

Alcándara
Imágenes

Editoria Proa
Buenso Aires R.A. 1925


De este libro se ha impreso 2 ejemplares sobre papel del Japón y 3 ejemplares sobre papel da Vergé Joseph Ovarro numerados del 1 al 5 y firmados por el autor, fuera de comercio; y 500 ejemplares sobre papel pluma vergé numerados del 5 al 505, todos los cuales constituyen la edición original.


FRUTO

Al árbol de tu voz fuí a recoger maduras tus palabras.
Eug. Montes.


Dejé mi corazón
enterrado a la sombra
del árbol de tu voz.

Y el árbol de tu voz
florecía palabras
de amor.

Y el árbol de tu voz
tenía la blancura
de mi antiguo candor.

Y el árbol de tu voz
devolvía el aroma
de mi propia emoción.

Y el árbol de tu voz
sazonaba su fruto
de amor.

Y el árbol de tu voz
lo desprendió, maduro,
sobre mi corazón.

Como mi corazón
era el fruto del árbol
de tu voz.



ANTONIO MACHADO

Contra el camino de la eternidad
el ataúd de pino de tu verso.

Y en la caja de pino, tu palabra
ya categorizada en esqueleto.

Delante, todo el viento de Castilla.
Tú detrás, en silencio,

crucificas las manos en la espalda
para ocultar una actitud de rezo.



RECUERDO

Un mendrugo de pan es tu recuerdo,
un mendrugo de pan entre mis manso.

Cada día de amor era otro surco,
cada día de amor, en mi glebario.

Y paniegas parábolas decías,
parábolas de siembra, mi entusiasmo.

Era una abecedario de semillas
de mis palabras el abecedario.

Deletreo de trigo era el idioma,
el tembloroso idioma de mi mano.

Con sílabas de espigas cada surco,
cada surco después era un hexámetro.

Hexámetros de oro que cantaban
aquel amor en pan transfigurado.

Si pan es elegía de simientes,
de terruño, de sol y de trabajo,

un mendrugo de pan es tu recuerdo,
un mendrugo de pan entre mis manos.



PAJARITA DE PAPEL

Cuando yo era
un dios niño,
me placía amasarte con el barro
de los libros.

Como Dios a los hombres, yo te daba
mi espíritu,
y tú nacías a su semejanza:
tan pequeño, tan blanco y tan sencillo.

Cuando Dios trasegó su Verbo en carne
debió sentir el mismo regocijo,
el mismo goce absorto
que he sentido.

Satisfacción suspensa de enfrentarme
con el soplo sagrado que me hizo;
de escuchar su canción original
bordoneando el cordaje de mi espíritu,
suspirando en el agua
de mi limo,
resonando en el órgano de piedra
del esqueleto mío;
de escuchar, luego, con la caracola
de mi conocimiento amanecido,
cómo afila su voz huracanada
en la cósmica selva de los siglos,
cómo hierve hojarascas estrelladas
en el otoño negro del vacío,
cómo empolva de crespas nebulosas
su camino.

Satisfacción, más tarde de encontrarlo
entre mi puño mínimo
y de saber que Dios en él estaba
dócilmente cautivo.

Satisfacción, después, de desdoblarme
con amor y dolor en el prístino
fruto. Satisfacción de desdoblarme
todo entero en un hijo.

Satisfacción, en fin, de ver el lodo
de los libros
en un pájaro
convertido.

Y de mirarlo con las manos trémulas
y de reconocer que era yo mismo,
perpetuado en dos alas
y en un pico.

En aquel pico mudo y en las alas
inútiles copiaba mi destino,
y en los ojos
vacíos,
la sombra que después sería sombra
del fuego de mí mismo.

Sucia de letras, era su blancura
el símbolo
de mi futura juventud, curvada
sobre los mamotretos amarillos,
perdida en una niebla de palabras,
con el cerebro tinto
en negra tinta de filosofía
y en azulada tinta de lirismo.

La inicial creación de aquel dios niño
era un ángel
caído.



VENTISCA

Está, de ventisca huraña,
todo el silencio convulso;
los grillos laten el pulso
nervioso de la montaña.

El río en remanso briza
un agua convaleciente
y, entre la ceja del puente,
su mirada intranquiliza.



SEIS VERSOS A UNA VENTANA

Sobra mi hora indigencia de distancias
esta ventana es una mano abierta.

En la mano, rugosa de caminos,
su pañuelo de cielo me consuela.

Mi sedentaria sordidez alivia
con un puñado tácito de leguas.



CANTO A LAS SÁBANAS DE LINO

Este diácono insomne de mi sueño
para cantar la misa del descanso
se ha revestido sus sobrepellices
de honesto lino aldeano.

(Hermética al dolor que sinfoniza
el viento hereje en su acordeón helado,
el alma penitente del invierno
su rosario de lluvia está rezando).

Mientras en las esquilas de mis ojos
no ríe el sueño sus maitines zarcos,
es obediente como un agua fácil
la exégesis del lino en este canto.

En la dichosa intimidad del lecho
y con un libro fiel entre las manos,
me asiste la blancura de los linos
y de los folios consuetudinarios.

Blancura de poemas y blancura
de holandas campesinas en el tálamo:
entre tanta blancura –honradamente-
yo me avergüenzo de haber sido malo.

Corporifique la memoria nuestra,
en el albar del lino aldeano,
a las difuntas abuelitas buenas
que para adormecernos nos cantaron.

O finja bondadosas hermanitas,
tremelucientes de perdón las manos
para mi corazón que, en este lecho,
es una convaleciente de pecados.

O resucite rondas infantiles
en un lejano atardecer de mayo,
llorando la elegía del aquel gorro
de papel y de aquel sable de palo.

Náufrago en la doméstica pureza
del lino, reconozco a mis hermanos:
en la campiña, hermana de ojos verdes,
y en el cielo, hermanito de ojos claros.

A la caricia vegetal del lino
madruga un gozo musical de pájaros
dentro del corazón, como si fuera,
como si fuera el corazón un árbol.

Ha de dormirme melódicamente
el paisaje, de grillos estrellado,
y sonará en el caracol del pecho
la emoción melancólica del campo.



FIN

Si esta noche soñara con linares
floridos de pupilas de cobalto
¿serán, quizás, las novias del colegio
Que esta noche también me recordaron?



OCASO


El silencio se abrió como una llaga.
Crecen como recuerdos las estrellas.

Juega con un cantar la fuente huérfana
Y, en la yacente paz del horizonte,
Solloza el campo viudo sus luciérnagas.


LOS GOZOS DE DOÑA ERMITA

(5 a.m.)

Doña Ermita se despabila
y, asistida de Doña Luna,
en la jícara de la esquila
con maitines se desayuna.

(8 a.m.)

Doña Ermita, por la mañana,
cuando se apresta para misa,
pinta con rosa de sonrisa
las mejillas de su campana.

(12 a.m.)

Doña Ermita un rezo desgrana
para que dore, todavía,
sus mazorcas el mediodía
en el hórreo de la campana.

(6 p.m.)

Doña Ermita timbra en secreto
una lágrima y se emociona
cuando Don Ángelus, su nieto,
por ir al cielo la abandona.



EPITAFIO A UNA MANO DE LABRADOR

En el pentagrama del labradío
escribiste la música del trigo.

Tu erudición de soles y trabajos,
predicando palabras de sudor
halló crucifixión en el arado.

La noche de tu artesa repoblaste
de un universo lúcido de panes.

La amistad cotidiana de la tierra,
contagiándote toda, de tus dedos
hizo las cinco puntas de una estrella.

Crispada estás cual remansado río.
La eternidad es tu primer domingo.



GAITA EN EL MAR

La gaita iluminó como una luna
sobre los emigrantes pierrotescos,
en menguantes escuálidos de duda
y en plenilunios grávidos de aliento.

La gaita era redonda como un mundo,
entre el órfico abrazo del gaitero.

Como el vientre madura de la esposa,
como la cabecita del pequeño,
como el seno marchito de la madre
y la montaña familiar del pueblo.

En sístoles y diástoles, la gaita
me nutría con sangre de recuerdos.



ÍNDICE

ALCÁNDARA
LA ALCÁNDARA NEGRA
El azor del dolor se reintegra
Parábola del hijo pródigo
Noche
Soneto en sordina
La elegía de Adelaida
Interpretación del silencio
Responso en bronce mayor
Libro
introscopia
LA ALCÁNDARA BLANCA
Busca una alcándara de claridad
Fruto
Una carta a Teixeira de Pascoaes
Ausencia
Antonio Machado
Recuerdo
Cielo y río
La pajarita de papel
Juan Ramón Jiménez
LA ALCÁNDARA VERDE
Gana el pájaro azul de mi tristeza
Retorno
Ventisca
Seis versos a una ventana
Canto a las sábanas de lino
Madrugada
Ocaso
Hogar
Los gozos de Doña Ermita
Idilio
El carro de bueyes
Metáforas de los almendros
Epitafio a una mano de labrador
Preanuncio
Paisaje habitual
LA ALCÁNDARA AZUL
La nómada emoción
Proa
Invocación al Atlántico
Puerto
Crepúsculo
Gaita en el mar
Rumbo S.W.

Se acabó de imprimir este libro para la Sociedad Editorial Proa el 2 de junio de 1925 en los Talleres Gráficos El Inca, México 1416 Buenos Aires

martes, 15 de febrero de 2011

POEMAS DE JUAN PEDRO CALOU

de su único libro édito en vida, Humanamente


Versos a mi enemigo

Ni un pálpito, jamás, ni un solo pálpito
fluya de ti, vil o dignísimo;
eres una traición en este pecho
¡corazón mío!

No te quiero escuchar. En otras horas
cuando la fe me levantaba al cielo;
yo tenía mi frente en las estrellas
pero no hallaba en ti más que el silencio.

Era toda vigor el alma activa,
mi alma tenía porvenir! Tú, en cambio,
tan silencioso estabas que creía
que te habías dormido en el pasado…

Muerta mi fe empezó tu poderío;
Cuando todo había muerto para mi alma,
Entonces fuiste generoso y fúlgido:
¡comenzaste a latir hacia la nada!

¿Eras tu ley? ¿Acaso así está escrito
que, aquel que en nada cree, en todo sufra?
¿Qué ley te hizo callar cuando creía
y ahora te hace latir y soy la duda

Si era la lye de dios, ella es estéril,
porque si es Dios quien te encendió, que sepa
que el corazón no puede ser perfecto
y en cambio el alma puede ser perfecta!

Por una escala ardiente de latidos
no se llega hasta Dios. Sobre esa escala,
como en la telaraña de los astros
emerge el sol, debe brillar el alma!

Tan sólo tienen alma los que creen,
así como tiene alas el océano:
las de la tempestad! El alma existe
según su unión con lo que está en el cielo.

Y a mí me ungió la duda. Sólo existo
en las sombras efímeras que pasan:
mi corazón se eleva y yo he perdido
el punto cardinal de la esperanza.

No te quiero escuchar. ¡Sólo eres sangre,
sólo un puño de púrpura que tiembla,
mientras que el ideal, por mi desdicha,
es índice de plata que gobierna!

El alma, en mí, no es fuerza: es un recuerdo…
pero en cambio el latir llega a la gloria:
¡yo tengo el corazón santificado
Por una gran pasión que vive sola!

Yo soy el que por ley honda y suprema
sufro una maldición que no merezco:
¡mis amores, Señor, sólo empezaron
Cuando todo ante mí ya estaba muerto!

Ni un pálpito, jamás, ni un solo pálpito
fluya de ti! ¿Por qué palpitarías
si no existe a lo largo de la tierra
nada que alce la fe que ha sido mía?

Como cuerda que alcanza el tono extremo,
hondo y tendido, corazón, me vences;
y yo vivo esperando una perfidia
que como aguda espada te atraviese!

Porque es fuerte dolor tener la vida
toda en el corazón… tener un alma
como columna vertebral de mármol...
¡ser uno mismo tumba de una estatua!

Ser en amores una suma pródiga,
llegar, por el amor, a ser radiante,
y rebasar la escala de lo humano
y en un solo segundo disiparse…

Y traducirse en olas y perderse.
Y volver al principio y dar más olas,
y dejar en la faz de las arenas
la enorme curva que se pierde y torna…

¡Vaso de agitación, fuente de impulsos,
cuna de tanto amor sin un objeto!
¡como una ardiente cúpula de humo
tú debieras abrirte hacia los vientos!

No tiembles más, pues tiemblas a la nada,
no adores más, que acaso por hastío
de palpitar al cielo, te encendiese
la adoración suprema de ti mismo!

Y entonces tu reinado acabaría
bajo el orgullo helado de mi alma:
¡Yo quiero ser ardiente como Cristo
o debo ser igual que las estatuas!

O surge el ideal que me levante,
resplandeciente, universal, perfecto,
o reclino mi frente hacia los siglos,
dejo caer mis párpados y duermo…

Caminando

La mañana es celeste. Caminemos.
El aire tiene algo de femenino
bajo este blanco sol como de invierno,
sobre las gotas del nocturno rocío.

Los árboles perennes se destacan
como columnas de humo detenidas
por la celestitud del éter limpio.
Sobre ellos la mañana está más limpia…

Vamos hacia los árboles inmóviles
y oscuros, y nada nos retenga
en la severidad de lo vivido.
¡Luz, espacio, alegría, carne nueva!

¡Deseo de ir a todos porque el día
es celeste: ¡persiste en mí, condúceme!
Cantaré entre las rosas amarillas,
el blanco sol y la vecina nube!

Hoy soy el torbellino que dio en la paz. Hoy tengo
la mañana en los labios y en los ojos;
mi corazón es como un campo verde
y mi espíritu es limpio como el oro!

Mi voluntad ondula como un camino blanco
bajo el antiguo verde de las palmeras.
Fácil a la sorpresa como un pájaro,
mi cuerpo es todo como una sorpresa.

Estar sin norte ante la luz: dichoso
Sin el apoyo de esperanza alguna!
Tener por todas partes un camino
y amarlo sin saber a qué conduzca.

Conmoverse porque el gorrión no escapa
cuando llegamos hasta él ¡qué hermoso!
¡Desear que alguno admire esa confianza
para que en nuestra dicha haya algún otro!

Asistir con un júbilo inocente
a una imprevista elevación del campo
cual una curva de mujer, y echarse
a correr, hasta abrazar un árbol!

Ser así claro en la mañana clara
es superar la dicha misma. ¡Es mío
el bien mayor, la exaltación más pura
y el permanente amor de mi destino!

¡Oh! Qué ansias de vivir! ¡Qué fervoroso
este ímpetu de andar por todas partes!
¡Tengo espacio en el alma: abro los labios
en el deseo de besar los aires!

Salgo de la caverna de mi drama
y me deslumbra el sol; caigo en la tierra
como una rosa que se ha alzado mucho
y el tronco no la puede tener recta.

Ríe mi corazón, ríe de júbilo
y sin saber por qué: ¡No necesito
de la sabiduría de mi hermano
para saber que he vuelto a ser un niño!

¡Día de regocijo, blanco día,
reparación por tanta triste sombra
que ha pasado por mí: serás alivio
de mala noche o de contraria hora!

Todo zumba en redor ¡qué inmenso mundo!
La mariposa pliega sus cuatro alas;
los élitros fulguran como el ébano
y me cruza una mosca de esmeralda.

La araña de ocho ojos se desprende
como una gota por la rama cálida
y al margen de la hoja se subvierte
sobre sus ocho patas encarnadas.

Su abdomen verde-mar al sol se vuelve
y bajo el rayo cálido palpita
como un suave universo en miniatura
que una nube de plata luego eclipsa.

El alguacil de cuerpo acresponado
raya los arires sobre el agua quieta
y la mosca de cuerpo de esmeralda
zumba en el aire como una piedra.

El grillo real, desde su cueva oscura
Da a la tiera un vibrar de vidrio opaco;
y la mosca dorada alegra el aire
con su simplicidad de cuerpo claro.

Todo canta en el aire y bajo tierra
y en una senda blanca se desploman
tras de su carga, dos escarabajos,
y vibra el bronce antiguo de sus tórax.

La mañana es celeste. Caminemos.
El aire tiene algo de femenino
bajo este blanco sol como de invierno,
sobre las gotas del nocturno rocío.

Mi corazón es como un campo verde;
mi espíritu está limpio como el oro:
¡tengo la vanidad de estar alegre
como yo solo, como yo solo!

Nocturno

(…)

Sin compañero, frío, la angustia me encapricha;
soy el esfuerzo inútil que embellece la dicha,
y así la arruga misma de la tierra retrata
los surcos de este espíritu que me absorbe y me mata!
Y quisiera tornarme como un mantel. Benigno
y amistoso, accesible, todo claro por digno,
todo como el aroma del hogar que me ampara.
¡Oh luna que me tiendes tu inexorable vara,
soy abrupto en el alma como un rencor y quiero
la universal dulzura de tu luz que venero!

En mi interior, erguido, duerme un hombre de piedra.
La amargura le teje su habitación de hiedra,
y no hay dolor, ni gracia, ni recuerdo, ni gloria
que muevan sus enormes entrañas sin memoria!
Somos como una tumba, y es preciso entreabrirse
al sudario inconsútil de la noche, evadirse
como el brazo vacío de la columna de humo,
por el empeño fértil de extraviarse en lo sumo
bondadoso! Yo supe que siempre es uno mismo
su más digno enemigo, y hay que abrirse ese abismo
en donde una profunda galería de hiedra
vela el sueño solemne de un gran hombre de piedra.

(…)

Otra vez a mi enemigo

Ven a mí, corazón, no te me niegues;
yo soy enteramente tuyo, grita,
sé como un gran amor en este pecho
que quiere ser entero ante la vida!

Grítame: quiero ser excelente.
Grítame: quiero ser el reprobado.
Ya sabes, corazón, que estoy contigo
a pesar del dolor que te ha tocado.

Tiembla, brilla, prolóngate, murmura,
de todas partes te vendrá el opuesto,
pero no olvides, corazón, que un día
lo inesperado te dará el consuelo.

Grita para mí solo; en esta noche
bajo tantas estrellas, es preciso
que grites para mí solamente
ya que me es familiar tu amargo grito!

¡Corazón, corazón, di en esta noche
lo que siempre dijiste: no soy nadie;
pero dilo en voz alta, de manera
que por lo menos te responda el aire!

Grítame, pertinaz ¡grítame siempre
con la sinceridad con que ahora gritas:
¡yo quisiera tener junto a mis manos
como te tengo a ti, toda la vida!

Corazón ¿no recuerdas? ¡Cuánta angustia
te persiguió! ¡Si te diría: “hermano”!
Sí, corazón, eres hermano mío
a pesar de lo adicto y lo contrario.

Yo soy enteramente tuyo; tuyo
en el modo cordial que es de la estrella;
tu soledad te hace mejor, más puro,
más mío y a la vez más digno de ella.

Grítame, sí, que nunca como ahora
me sentí, frente al alba, tan lloroso.
¡La noche se ha llevado tantas cosas!
Y el día ¿qué dirá para nosotros?

Grítame, sí, porque la estrella última
te sorprendió esta noche como siempre;
dime ¿puedo entregarte mi conciencia
sin que dejes de ser un inocente?

Ya lo ves, corazón, te estoy hablando
como si fueses algo que no es mío,
dime: el que piensa más ¿es el más puro?
Y el que ama más ¿no vale más que el frívolo?

Corazón, corazón, desde que reinas
insustituiblemente en este pecho,
grita porque eres grito, y no te calles
ni hoy ni mañana, ni en lo venidero!

Oración de las dos de la noche

Tiéndete bien ¡oh luz! sobre mi rostro,
y al volver a la esfera que te vierte,
llévate la amargura de mis líneas
y la turbia hendidura de mis sienes.

Córtate bien en mi severa boca,
y en mi torvo perfil húndete aguda;
llevas en la esquema de mi rostro
el de un evangelista de la angustia.

Que así como tú caes en mis ojos
caigo yo sobre el mundo, tibiamente,
compruebo la tragedia de otros rostros
y torna en mí la fe de ser su intérprete.

Hazme ¡oh larga vigilia! más severo
el perfil dolorido, que es posible
que alguien se vea en mí, y que por eso
no se sienta más malo por más triste.

Ponme paz en los ojos solamente,
más brille mi interior por tu alta afluencia
de modo que tu luz, siendo excesiva,
vasta razón para un sombra sea!

¿Acaso aspiro a ser feliz? ¿Acaso
la aspiración de todo es la mía
desde que a fuerza de abrazar el mundo
di en la felicidad de la desdicha?

Viértete en mí, luciente instigadora,
-voz del raso, suspiro de la estrella-
la gran ansia pacífica del aire
vivo desde la gran mañana eterna!

Húndete en mí, que acaso por tu influjo
reviva en mí esta noche, entre mis sueños,
el primitivo asombro de la vida,
el júbilo inmorta de tener cuerpo!

¡Ah! Si tú me llevaras este noche
hasta el primer dolor que cimbró un músculo,
yo sería mañana más perfecto
porque es preciso revivir el mundo!

¡Ah! Si yo fuese el hombre destinado
a hacer acopio de la angustia humana,
por ley de gravedad, sonreiría
cuando el momento de morir llegara!

Y es preciso vivir de esta manera:
preparándose el día de la muerte,
porque el más nuestro es y ha de ser obra
del ayer, del mañana y del presente.

Pacífica y azul, cúbreme, lenta,
¡oh! luz de media noche, en esta noche
en que no tengo amor y no estoy triste,
en que aún soy feliz y sigo pobre…

Quiero gozarme en ti con goce simple
ahora que tengo el corazón rosado...
¡ser una vez sencillo ante la noche,
y estarme como un niño todo en blanco!

¿Por qué no sois así, también vosotros?
Hay noche sin objeto y sin caricias…
Hay que cerrar la puerta en esas noches
y estar a solas con su propia vida.

Algo baja en la luz a visitarnos,
como el ojo que baja hacia la perla,
algo que es suave cual gota de agua
rodando por el flanco de una esfera.

¿Podía no haber causas de ternura
en el silencio? Si él es el rocío
del alma! Cae, desde siempre,
corazón de la luz, más cristalino!

Apártate una noche, y como dice
el profeta viril, entra en tinieblas.
Saldrás cantando cánticos de plata,
tendrás el corazón de las violentas.

Pues, escoge tu viernes. Necesitas
tu gran noche de púrpura. Sé simple
como una cinta blanca… Entra en la noche
y más tierno serás cuanto más triste!

Y que tu voluntad sea fulgente
como una espada, y nada te separe
del propósito fil de hacerte bueno
cual si obraras en nombre de tus padres!

Divagador me has puesto ¡oh luz amiga!
pero es bueno divagar el ir diciendo
las eternas palabras. Tú las dictas
y mis ojos te adoran en silencio.

Si mañana me vieses vacilante,
corrobórame igual que en esta hora
en mi sagrado culto de la angustia,
y en mi interior se pondrá en pie la gloria!

Y pues llegó la hora del reposo
dialogaré un instante con la muerte.
Ve y sonríe por mí a cuantos sufren,
que yo, gracias a ti, ya estoy sonriente.

Juan Pedro Calou (1918). Humanamente. Bs. As.: Ediciones Cañón Oxidado, 1995

Índice

Prólogo
Soledad
Evangelio
Versos a mi enemigo
Invitación a la danza
Tormenta
Caminando
Para ti, quiero esto
Amor
La etapa
Nocturno
Otra vez a mi enemigo
Oración de las dos de la noche
Vacilación
Canto a mi madre

lunes, 24 de enero de 2011

Homenaje a Oliverio Girondo

POSNOTACIONES*

* Las posnotaciones son poemas que aparecen en el último poemario de Oliverio Girondo, En la Másmedula. Se trata de poemas de cierto tono aforístico. Su nombre es una derivación de la palabra “notación”, que engloba tanto a la “acción y efecto de notar o señalar” como al lenguaje sonoro y cifrado, en sus otras dos acepciones de “escritura musical” y “sistema de signos convencionales que se adopta para expresar conceptos matemáticos, físicos, químicos, etc”. El prefijo “pos-“ (grafía modernizada de “post-”) tal vez implica que se trata de minipoemas o ad-notationes a posteriori de reflexiones poéticas u observaciones demoradas.


Cobayo
lívido engendro digo de puna
que enquena el aire
y en uniqueja isola su yo cotudo de ámbito telúrico
Yo cobayo de altura

El cobayo o conejillo de indias es un roedor de origen americano empleado comúnmente para experimentos. Este “cotudo” (peludo) engendro “de puna”, cuya lividez denuncia el miedo a ser objeto de pruebas, aparece en el poema emitiendo una “queja” que, dado su lugar de pertenencia, “enquena el aire”. Ese “ámbito telúrico” se circunscribe a las alturas andinas y su queja se siente solitaria (“uniqueja”) y sola (“isola”, lo que también equivale a la palabra “isla” del italiano). Puede pensarse al poeta como aquel cobayo solitario que se sujeta a experimentos formales y estilísticos (El acto experimental, Beatriz de Nóbile), pero nosotros sabemos que se trata de una máscara girondiana: el experimento no es consigo mismo, es con el lector. La palabra “cobayo” encierra otros dos morfemas (“coba” y “yo”). Una “coba” es familiarmente hablando un mentirita graciosa y “dar coba” es halagar fingidamente; a través de esa suerte de “yo ficticio” parece hablarse en desmedro de Nuestra América (el aislamiento de su arte, que es también el aislamiento del arte poético de Girondo) y así halagarse a los países centrales de la cultura (léase, Europa), cuando en verdad se trata de falsa zalamería: el yo poético se mofa con altura de los otros, quizá sí “ratas de alcantarilla”. El desamparo y la sujeción son ficticias, y también reales. En la Másmedula es un empresa solitaria de experimentación destinada a un fracaso, para nosotros, ilusorio.
*

Poco coco del todo
sino inórbito asombro
acodado al reborde de su caries de nada

El “coco” es el gorgojo o micrococo (bacteria de forma esférica). Esta acepción de la palabra proviene del término gr. kókkos (semilla, grano). Esa condición de ínfima partícula del universo puede aplicarse al ser humano, cuyo “sino” (destino) es no tener un rumbo fijo ni prefijado (“inórbito”) y vivenciar el asombro constante de vivir (ahí el vitalismo que se expresa en Espantapájaros). El “sino” también tiene el valor de conjunción adversativa y la construcción “Poco coco del todo / sino inórbito asombro” equivaldría a un “casi nada, aunque tampoco sujeto del todo al todo”, el libre arbitrio del poeta que da las patadas tanto a los tubos de ensayo como a las mujeres encinta. La imagen con que concluye el poema aparece en muchos otros: se trata del poeta que desde su ventana (“acodado al reborde”) oye los ruidos mundanales, la vida, una sirena que lo llama desde el puerto o bien el croar de las ranas. La “caries de nada” aparece como concavidad que consta de un espacio vacío o lleno y cuya ser vacío provoca un dolor real y existencial. Se trata también del “todo cráter cosmos / sin cráter / de la nada” de otro poema masmedular y con él se remite al dolor de brazo que puede sentir un manco o a la destrucción de la nada, sin descontar que además connota a la muerte.
*

Con tedio y tiempo muerto cogitabundo exhumo
tibias lívidas líbidos invertebrados ocios
restos quizás de sueño del ensoñar trasueños
segismundiando digo

La “tibia” como hueso de la pierna nos recuerda la muerte, dado que su forma determina como el hueso por antonomasia. El acto de exhumación que produce el pensamiento en los momentos de “tiempo muerto” y la lividez (palidez excesiva) de la tibia refuerza dicha connotación. El poema puede emparentarse con “desmemoria”, donde el yo lírico no consigue recordar claramente sus “otras vidas” como animal o planta (su ciclo de reencarnaciones). El neologismo “segismundear” proviene del protagonista de La vida es sueño de Calderón de la Barca, cuyo padre, Basilio, por temor a que lo destrone (superstición producto de observaciones astrológicas) decide encarcelarlo; más tarde lo duerme y le hace creer que sueña con ser rey, luego de los desmanes que perpetra, decide encarcelarlo nuevamente dándole a entender que todo fue un sueño… pero Segismundo ya no sabe cuál es la realidad y cuál es el sueño, como el yo lírico de este poema.
*

Tras desandar la noche sin un astro custodio
crece en alivio cierto el íntimo retorno a una sed sedentaria
pero aunque olvide el turbio angustiante bagaje
su más desierto huésped destíñeme el llamado
y no encuentro la llave

Las tres posnotaciones siguientes son una reedición de los clásicos nocturnos de los Veinte poemas… y de Persuasión de los días. Pero, lo que en los otros era miedo o alusión a la muerte, aquí aparece manifiesto como ida a ella o reencuentro con un ser prístino. La primera imagen es la de una noche sin luna y sin estrellas (sin “astro custodio” que lo proteja). La noche es ámbito espacial y temporal, por eso se lo puede “desandar” (dejar atrás). Aquí el yo poético parece sentir en esa noche lóbrega a modo de “alivio” un “íntimo retorno a una sed sedentaria”, donde “sed sedentaria” es el deseo de quietud, del reposo de los muertos, y es también (en otra acepción del adjetivo) la sed del animal que abandona su estado larval (léase, juventud) para fijarse en un sitio determinado al perder los órganos de locomoción. Otra metáfora de la cual el poema se vale es: la del “desierto huésped” que ha “olvidado” el “angustiante bagaje” de la vida vivida y ya no lleva nada consigo, porque ha vuelto hacia lo que era. No obstante, esa cercanía se ve imposibilitada, de ahí el nexo adversativo “...pero aunque…”. El llamado de la muerte acaba por atemorizarlo (todavía lo asusta morir, no está preparado). Ese susto lo empalidece hasta hiperbólicamente “desteñirlo”. El pasaje de la vida a la muerte en ese puente que es la noche oscurísima requiere una puerta de entrada y salida, cuya llave, clave o “ábrete sésamo” no halla el yo lírico al final, o no la tiene aún consigo.
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Sípido hueco adulto con hipo de eco propio
sobresuspenso acaso por invisibles térmicos hipertensos estambres
sobre mi mucho pelo y demasiado pozo
aletea el silencio de mi chambergo cuervo
aunque estoy vivo
creo

Se continúa el poema anterior. Arranquemos por el final: una alusión al Cuervo de Poe (que también ha sido leído como el ángel de la muerte o el heraldo negro por antonomasia) en “aletea… cuervo”. La metáfora: el “chambergo” se asemeja a un “cuervo” que le sobrevuela la cabeza, que está según el poema “sobresuspenso”, rondándole los pensamientos. Nuevamente la estructura adversativa de la posnotación anterior: el quiebre con “aunque” tiene el mismo mensaje, pero un poco dubitativo (“estoy vivo // creo”). Toda la primera parte del poema se compone de elementos que aluden o invocan a la muerte: el neologismo “sípido” aparece como producto de un contrario de valor negativo “insípido” y adjetiva al “hueco adulto” (la sepultura, en esta lectura solemne). El gusto por la tumba se fundamenta en un deseo de renombre (“con hipo de eco propio), pues un “hipo” es el deseo intenso de algo. Y los “invisibles térmicos hipertensos estambres” lo sostienen sobre su “mucho pelo” y “demasiado pozo”, ya que el “estambre de la vida” es el curso del vivir, y el crecimiento de cabellos es algo que ocurre a los difuntos. Pero todos estos símbolos también pergeñan signos vitales de interpretación erótica: el “sípido hueco adulto” como el órgano genital femenino, el “hipo de eco” como las convulsiones del acto sexual, y los “hipertensos térmicos estambres”, los órganos genitales masculinos. Según esta segunda lectura posible, el sexo lo mantiene “sobresuspenso” a la vida que aún conserva (aparentemente) y a la muerte que aún lo aguarda.
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Por tan mínima araña suspendida también de lo invisible
en el ínfimo tiempo del porqué dónde y cuándo
con traslúcidos móviles grisgrices de centellar de párpado
y constancia de péndulo
tan solitariamente acompañado
y amigo de la noche

Para Amelia Arancet Ruda el tema de esta posnotación es: “La presentificación de lo no poseído (…) [que] da lugar a la tristeza melancólica o, a veces, desesperada” (Arancet Ruda, 2008). En términos más concretos, se trata de la contemplación de una araña suspendida de su hilo, como si tuviera “una constancia de péndulo”. El yo lírico la observa y se siente “solitariamente acompañado” y “amigo de la noche”, como si araña y noche fueran dos símbolos de lo mismo: el misterio o la muerte. Obsérvese que la araña está “suspendida también de lo invisible”, esto es, colgada del “ínfimo tiempo del porqué dónde y cuándo” sobre el que se siente también suspendido el poeta. Esta suspensión no es estática, pues tiene “móviles grisgrices” cuyo movimiento semeja un abrir y cerrar de párpados y también un vaivén pendular. La araña es también un talismán que cuida al poeta, pues el grisgris es “un amuleto protector que trae buena suerte a la vez que ahuyenta al demonio. Se trata de una pequeña bolsita hecha de tela o de piel que uno debe llevar consigo, en la que hay una mezcla de hierbas, aceites, piedras, hueso, cabello, uñas y otros elementos personales, reunidos con la bendición de un dios. Se la prepara uno mismo y sirve para su propia protección” (Wikipedia, 2011). El poema también propone un escala cromática que va del traslúcido al gris-gris, y del gris-gris al negro de la noche.
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No la otra o la otra
ni la misma en la otra o en la otra
la otra
no la otra

Un juego girondiano típico que conviene no leer a la ligera. Se puede aplicar la máxima renacentista del serio ludere a toda la obra de Girondo, allí nunca se da puntada sin hilo, no hay juego por el simple hecho de jugar. Aquí también está la búsqueda plus ultra (más allá) a la que aspira con su poesía (el “subo las escaleras arriba” y “bajo las escaleras abajo” del poema que abre Espantapájaros o el “Vuelo sin orillas” que tan bien analizó Enrique Molina y también Beatriz de Nóbile a través de la figura de Ícaro). En el poema, la elección es siempre la más otra de las otras (la otredad más pura, esto es, la más “superimpura”, pues hablamos de otredad y no de identidad). La negación de la identidad (de lo igual) aparece en “ni la misma en la otra”. Así como en latín alter es ‘otro entre dos’ y alius, ‘otro entre muchos’, Girondo descarta una y otra vez los alter para dar con el más alius de todos (que tal vez sea el que precisamente no haya, pero que existe, existe).
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Entre restos de restas
y mi prole de ceros a la izquierda
sólo la soledad
de este natal país de nadie nadie
me acompaña

Las posnotaciones se vuelven un poco más claras, hasta el punto de parecer que no estamos leyendo En la Másmedula. Estimo que aquí hay una alusión clara a su apuesta estética y a la soledad en que la hace: “la soledad / (…) nadie / me acompaña”. El adjetivo “natal” para “país de nadie” nos lleva a la etimología de la palabra “nada”, esto es, aquello nato, como la relación con “aquello que hay”. Contrario al vitalismo y optimismo que se le ha endilgado a toda la obra Girondo (porque sus últimos libros fueron analizados por algunos, pero poco leídos por todos), acá damos de lleno con su faceta más pesimista: las restas aluden a la la negatividad (el “total menos” del “Uno nones”). En la Másmedula es un libro de números, donde el cero tiene un lugar preeminente, lo señalaba ya Patricio Rizzo-Vast en su libro El lugar de Girondo. La “prole de ceros a la izquierda” quizá resulte además una alusión al “Poema XVI” (“dame ir / galoneándome de ceros a la izquierda”) de Trilce de César Vallejo, a quien Girondo infortunadamente no pudo conocer más que a gritos desde un barco uno y en tierra el otro (esto no es una metáfora). De más está aclarar que es imposible que Girondo no haya pensando en un libro como Trilce a la hora de hacer su último giro de estilo, como lo llamó él mismo, su “giro hondo”.

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En busca fui de todo
y más y más y más
paria voraz y solo
y por demás demás

“Por demás” es la expresión con que alude a lo que se hace inútilmente, por exceso. Esta idea está reforzada por el adjetivo “voraz”. El poeta da cuenta de la avidez con que se lanzó a la vida en busca de todo; es un pequeño homenaje al Girondo vitalista de los Veinte poemas… y de Espantapájaros.
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Estepandando sigo
los anillos de médano
que dejan en mi arena
mis bostezos camellos

“Estepandando” es la composición de “andando” más “estepas” e implica una visión deslucida de la vida, como un vagar por el desierto. Todo alrededor es arena, “arena, y más arena, y nada más que arena” como decía en Persuasión de los días. El yo lírico ha transmigrado al cuerpo de un camello (hecho que sólo se conoce al final del poema); la transmigración es tema de varias composiciones de Girondo. Sus bostezos aluden al hastío del vivir y los “anillos de médano” a los surcos de tierra que se abren con la acción vital de exhalar aire. Una vez más la arena, como símbolo de lo inerte, lo disecado, el tiempo que fluye y el descanso de la muerte.

Cuatro poemas de Baldomero de Ciudad-Pueblo-Campo

Rivadavia al 700

Doblado casi sobre este nuevo balcón
llega hasta mí la calle arrugada y afónica.
Enfrente el edificio loco de “La Razón”
y el otro telaraña de la Unión Telefónica.

Las paredes opuestas se tocan con la mano
bajo un cielo porteño de seda inmaculada.
Una antena construye su trama de mecano,
y al fondo el rubor suave de la Casa Rosada.

Rivadavia, a lo lejos, prolonga su palote,
en las dos bocacalles el tránsito se aprieta.
Erige la Intendencia su brujo capirote
y el farol de “La Prensa” ensaya su pirueta.

Más años

En el café me he visto fugazmente al espejo
las cóncavas ojeras y la faz amarilla;
esto ya no es cansancio, esto es estar viejo…
Canta en la porcelana, febril, la cucharilla.

¿Por dónde, amigos míos, cederá el organismo?
¿Será el mazazo sordo de muerte repentina,
o, sombra miserable, parodia de mí mismo,
cargaré muchos años la torre de mi ruina?

Crepúsculo en medio del campo

La tardé está partida en dos bellas mitades:
violeta hacia la izquierda, rosada a la derecha;
el camino divide las dos inmensidades
terso como un mandoble, recto como una flecha.

Palotes del teléfono, montes a la distancia,
un charco con un brillo uniforme de acero,
una como remota marinera fragancia,
y el pájaro que anuncia con su trino el lucero.

Crepúsculo

Realmente uno no sabe si el ceñudo horizonte,
por delante del cual un chispazo destella,
es largo nubarrón o la quilla de un monte,
ni si es la luz luciérnaga o rehilo de estrella.

Que ya sobre la pampa no se advierte otra cosa
que el borrón de unos árboles o unas vacas perdidas.
A estas horas la brisa se torna misteriosa
y huele a juncos limpios y huele a algas podridas.

Ahora se ve la estancia como en un turbio espejo:
abollada la parva y la máquina gris.
Lo que antes era llama, vibración y reflejo,
ya no es otra cosa que rocío y matiz.

Ahora ya no se advierte ni un signo de fatiga,
ni una voz destemplada, ni un paso desigual.
Todo entra en el regazo de la penumbra amiga:
el corazón del hombre, la rueda del metal.

Baldomero Fernández Moreno
Buenos Aires – Ciudad – Pueblo – Campo
Ed. Kraft, 1941.

sábado, 22 de enero de 2011

Elige tu propia muerte

…él se desnuda y echa las bolas a la suerte.
Horacio Pilar


Ya estás de cara al horizonte,
echadas las bolas a la suerte,
desnudo, limpio y uniforme:
elige aquí tu propia muerte.

Está en tus piernas el impulso
para que con dar un solo salto
se apague el ruido de tu pulso
o se disperse en el asfalto.

Otra manera menos cruenta
para acabar con tu vida hay,
más suave, más callada y lenta…

Hay que bajarse de la grada
como si morir no fuese más
que vivir… vivir como si nada.

by Julio Lapsuscalami
01-2011