martes, 2 de febrero de 2010

Antología de la obra completa de Ana María Chouhy Aguirre

Ana María Chouhy Aguirre
ALBA GRIS
1929-1938

El bibliófilo
Florida 530 – Buenos Aires
1938

Tirada: 550 ejemplares.


Paseo a las seis

La tarde estaba tibia
y perfumado el aire.
Yo caminaba absorta
por el camino de árboles.

Yo me acosté en el suelo
sobre la hierba suave,
y contemplé la altura
a través de los árboles.

Sentí una paz muy honda,
oí el trino del ave,
respiré con delicia
y acaricié los árboles.

¡Cómo he deseado entonces
para siempre quedarme
sobre la tierra fresca,
bajo los verdes árboles!

Octubre

Marché por el camino en la hora perfecta.
¡Qué verde la pradera y qué azulado el cielo!
¡Qué excitante el perfume de las rosas abiertas!
¡Qué bello el movimiento del pájaro en su vuelo!

Todo estaba callado, pero un rumor suave
brotaba inesperado –las voces de la tierra-
y se cristalizaba en el trino del ave
y subía ami alma y borraba mi pena.

El aire estaba lleno de sugestiones nuevas
y las palabras niñas jugaban en mi boca,
y al conjuro de octubre todas las cosas serias
bailaron en mi mente inexplicable ronda.

Y quise ser alegre y quise ser dichosa
y olvidarme de todo lo que causa dolor.
Más* se apagó la tarde, se deshojó la rosa,
echó a volar el pájaro y sólo quedé yo.

Sólo cariños grandes…

Sólo cariños grandes me atan a mí a la vida.
¡Cuánto tiempo he soñado para siempre partir!
Sueños desoladores ya que yo no tenía
motivo que valiera la pena de vivir.

El agitado mundo siempre me ha atormentado
y el ver crecer lozanas a las flores del mal.
Así mis ilusiones, todas se han derrumbado,
era bella, mas frágil, mi copa de cristal.

Es duro y es inútil recorrer el camino
sin fe, sin esperanza, sin lucha ni ambición.
Sólo cariños grandes no cambian mi destino.
Quería irme a las sombras ¡y entre sombras estoy!

La torre

Yo quiero una alta torre de silencio profundo,
Hasta donde me lleguen decantados los ruidos.
Yo quiero sólo el alba de las cosas del mundo
y la música suave que viene de los nidos.

Yo quiero oír apenas el dulce rumoreo
que hacen las hojas nuevas en mi abierta ventana.
Yo quiero penetrarme de todo lo que veo
Y sentir que se abisma mi condición humana.

Y cada vez más lejos de lo que al hombre atañe
En un gesto egoísta del olvido esperanzado.
Que el día amanecido con sus luces me bañe
y abandone la torre mi corazón alado.

1918

Ayer nací y el tiempo en corto vuelo,
fué* llevando a jirones mi alegría.
¿La tuve alguna vez? claro pañuelo
para llorar, ¡mi propia poesía!

Pensar que alguna vez el campo abierto,
fue para mí, para que yo lo andara*,
El mundo estaba virgen y desierto,
alguna vez no supe y esperaba…

La breve llama erguida está apagada
allí murió mi adolescencia triste.
Mi voz nunca se oirá; y mi palabra,
sin alma y sin pasión vibra y no existe.

El destino del hombre

Aunque seamos castos
aunque seamos buenos
de ambiciones humildes
y de claro mirar,
como todos tendremos
nuestras dudas y penas
más* la amarga tortura
de la desdicha ajena
el dolor de estar solos
y el cansancio de andar.

La vida es una sola
muda y trágica sombra.
La ternura que dimos
¿quién nos la volverá?
Y si hemos sido justos
¿quien* llevará la cuenta?
y cuando estemos tristes
perdidos en la niebla
como pájaros ciegos,
¿quién nos consolará?

No esperamos del hombre
gratitud o consuelo.
Él también va angustiado
buscando su verdad.
Y si es bueno o si es malo
a él lo lleva la vida,
honda corriente negra
desesperada y fría.
Todos somos hermanos,
oh destino fatal!

El pájaro en la caja

El pájaro en la caja
cuatro paredes negras
y un cielo desolado
formado de tinieblas.

Alas pequeñas, tiernas
de suaves plumas grises
que golpean la caja
con ansia indefinible.

¡Ay pájaro de mi alma!
desamparado y puro,
prisionero en la cárcel
de tu instinto seguro.

Hoy quieres volar alto
En el viento celeste
¿Habrá una estrella buena
que su impulso preste?

¿Surgirán resplandores
de tus alas humildes
o tendrás el destino
de los que nacen tristes?

¿Alcanzarás las cimas?
¿Olvidarás tu pena?
¿O serás siempre esclavo
de tu amarga condena?

Ah! Pájaro indefenso
de los ojos de llanto
en tu garganta joven
se apagarán los cantos.

En tu pecho de nácar
entrará una pasión
y una flecha segura
caerá en tu corazón.

Olvidarás tu impulso
recordarás tu pena
y tus alas grisáceas
te traerán a la tierra.

*sic


Índice

Nacer
La tierra y el hombre
La casa
Canto a la vida sencilla
Ronda
En el nacimiento de Alberto Santiago
Explicación
Estudiantina
Motivo
Domingo gris
Paseo a la seis
Nosotros
Flores
Versos en la muerte de Hamlet
Cuando cae la tarde
El curso de agua
Para mis noches
Octubre
La pena
Aprender a vivir
Lamento del alma aprisionada
Versos de sombra en la ciudad
A Chopin
El buque
Lo que yo he visto
Yo
Sólo cariños grandes
Ayer
La torre
Hay algo en mí…
1918
La esperanza
Ay amor!
Mi dolor
El destino del hombre
A Leopoldo Lugones
El pájaro en la caja

Este libro se acabó de imprimir en los talleres de A. I. Miller, Calle Estados Unidos 1719, Buenos Aires, el día 25 de octubre de 1938.

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Ana María Chouhy Aguirre
LOS DÍAS PERDIDOS
Editorial Losada, S.A.
Buenos Aires
1947

(Nota preliminar)

Ana María Chouhy Aguirre nació en Lomas de Zamora el 15 de febrero de 1918, y murió en Adrogué el 28 de abril de 1945. En 1938 apareció su primer libro de poemas: Alba gris. De 1942 a 1944 fué co-directora de la revista de poesía Verde Memoria. El presente volumen contiene sus mejores poemas póstumos, escritos desde 1938, hasta poco antes de su fallecimiento. El título: Los días perdidos, fué encontrado entre sus borradores, y con él pensaba denominar la obra que no llegó a dejar terminada, y que hoy ofrecemos al público como un homenaje a la joven escritora desaparecida.

(epígrafe)

Oh, ardientes días.
Veo pasar mi juventud
como las nubes extendidas.


A.M. CH. A.

A Silvia

Sobre las frescas rosas y la hierba,
canta, oh Silvia, el aire del verano,
la eterna juventud de cada rama,
el vuelo misterioso de los pájaros.

He perdido mi amor, ay amor mío,
y entre las hojas olvidadas muero,
recoge, oh Silvia, lo que nunca he sido,
despliega hasta las nubes mi recuerdo.

He de mirar al cielo suplicante
por que devuelta intacta ante mi vida
la imagen de mí misma, no este rostro
que fijó en el espejo mi agonía.

La tarde

El crepúsculo cubre los campos y los seres,
se oye el rumor del río que eternamente pasa,
los caballos levantan sus cabezas y el cielo
se cubre de una luz descolorida y blanca.

Hay el olor a menta, el dulce olor a hinojo,
y las hierbas sin nombre amargas y olorosas,
y una paz verdadera que conmueve y obliga
a amar profundamente los hombres y las cosas.

Ya retorno, los grises abrazan la arboleda,
sobre los cambos quedan temblando las totoras,
la tarde ha desplegado su serena ternura
sobre el hálito triste de las últimas horas.

Juventud

A Raquel Pietranera

En esta hora nuestra seria y atormentada
como un dulce crepúsculo indeciso y ardiente
cuando toda la vida aparece cambiada
del sueño de la infancia, del sueño adolescente.

Qué difícil, amiga, elegir un destino,
qué difícil estar y vivir la existencia,
qué difícil el giro del extraño molino
siempre igual y terrible su terrible cadencia.

Qué imposible evadirse, qué realidad quedarse,
todo está ya más lejos de nuestro gesto humano,
sólo queda la rosa de comprender y amarse;
lo demás todo pasa, perecedero y vano.

Poema con violetas

Las violetas de invierno son como una mirada,
sobre sus suaves cuerpos me inclino descansada,
para mojar mis labios en sus fresca ternura,
en su melancolía de tranquila hermosura.

Este tiempo que gira y dispersa un destino
mientras llorando trata de elegir su camino
se parece a una flor, a un flor que se muere,
y su aroma, el recuerdo turbador que nos hiere.

Todo es difícil, triste, y el amor ya no canta,
la canción que traía se quebró en su garganta.
Oh si huyendo del mudo, al mundo se olvidara…
Y un ramo de violetas para apoyar la cara.


Sonetos de la isla de Mallorca

-Y desde aquí, señora, mis versos a ti van,
olorosos a sal marina y azahares,
al suave aliento de las Islas Baleares-.

Rubén Darío

I
Isla lejana


Isla lejana donde siempre anduve
sin llegar nunca y sin partir apenas,
mi sangre iba corriendo en otras venas,
savia de encina y sal que luego tuve.

De aquellos olivares ¿qué retuve?
¿y de las viejas torres con almenas?
historias de piratas y sirenas
y el loco mar que por las rocas sube.

Aire puro de almendro en la pradera
toda mi alma verdeció en la espera
con una nueva y áspera fragancia.

Montes largos, bahía y atalaya
en la segura cueva de la infancia
para volver por fin cuando me vaya.

Soneto

Bien sé que he de morir de alguna muerte,
acaso en la mitad del claro día,
ni llore, ni me da melancolía
porque me gusta el juego de la suerte.

Pero, que muera, amor, sin conocerte,
amarga flora o ronda de alegría,
podría parecerme que moría
una vez y otra vez hasta perderte.

Sobre la dulce tierra enamorada
tranquila mi cabeza reclinada
pensará que de nuevo está naciendo.

Porque es más cruel la espera y largo el daño
de morir sin morir y estar muriendo
sólo por ser mi pelo tan castaño.

Danaíde

Escultura de Rodín.

Como una quieta rama de asfodelo
se inclina hacia la tierra, ¡oh! Danaíde,
todo tu cuerpo haca el dolor decide
su forma eternizada bajo el cielo.

Y el alto amor que ardiera sin consuelo
yace sobre tus hombros y reside
donde el tiempo que pase nunca olvide
la ternura perdida entre tu pelo.

¡Oh! suplicante mármol armonioso
cálidamente suave en el reposo
de la belleza pura detenida.

Gira al mirarlo un triste pensamiento.
Si el amor me envuelvo como un viento
voy a llorarlo así toda la vida.

Soneto a Charles Dickens

Adiós a Míster Dickens, dulce flor,
rumor antiguo y cielo transparente,
isla de infancia límpida en la fuente
del sapo y del cristal murmurado.

Voy andando hacia todo mi dolor
dejando atrás el aire adolescente,
romántico ademán, ronda sonriente,
polvo de oro y de ayer, consolador.

Árbol tan quieto, que me alejo triste
sueño tan claro, que ya no existe
entre mis manos pálidas de olvido.

Sombra y misterio de ciudades viejas,
y el fugaz aletear de las cornejas
en el oscuro viento va perdido.

Segundo soneto triste

Hasta dónde el dolor que peregrina
y largos muros de llorar que siento
irán doblándome, como en el viento
quiebra la flora su pecho y se termina.

Va en los ríos de amor la golondrina
con la garganta abierta en el tormento,
igual que el arco de tendido acento
al aire del morir, ¡cómo se afina!

Porque hay sobre la voz algo espantable
Llevad mi adolescencia interminable,
¡oh! pies descalzos, ¡vasos de la muerte!

Puedo bajar hasta mi bosque triste
puedo mirar el agua que se vierte
sobre las piedras donde nada existe.

Soneto

Quiero decir mi canto como el ave,
quiero mi soledad entristecida,
y quiero ya que el llanto está en mi vida,
un modo de llorar discreto y suave.

Mi corazón cansado sufre y sabe
que sin grito la voz está en su herida,
como la dulce rama florecida
que se alza hacia un destino lento y grave.

Por eso busco entrelazar mi pena
para que se armonice y sea serena
con el mensaje musical del viento.

Y que mi verso entre la hierba verde
diga sencillamente lo que siento
en esta edad de asombro que se pierde.



Índice

Noticia biográfica sobre la autora

RECUERDOS DE OTROS DÍAS
Siento que nada existe…
Fatigada de cuanto…
Ay, el amor es triste…
Canción
Soledad
Cada hora
Cancioncita para el oído de mi niño
¡Oh! juventud
Casta y desnuda voz…
Marinero en tierra
La hoja
Con el otoño muero
Poema de la adolescencia
Cambio
La palabra

CANCIONES DE OFELIA Y DE SILVIA

Canciones de Ofelia
A Silvia

NUEVOS POEMAS

Mis días tristes antes…
Qué destino forjó este destino amargo…
El árbol y el camino
La niña en el prado
La tarde
Los días perdidos
Juventud
Poema con violetas

SONETOS MELANCÓLICOS

Soneto del dolor
Soneto de la armonía
Soneto de la edad
Soneto del viento
Soneto para mi alma
Sonetos de la isla de Mallorca
I.-Isla lejana
II.-Payesa
III.-Morir
Sonetos de amor
I.-No hallaría reposo…
II.-Me circunda un amargo…
III.-Arde el amor…
Soneto de la espera
¡Oh! soledad primera
Soneto
Soneto de Ofelia
Soneto para el hijo
Soneto
Soneto
Soneto otoñal
Soneto
Soneto del amor lejano
El poeta
Danaíde
Soneto a Charles Dickens
Primer soneto triste
Segundo soneto triste
Tercer soneto triste
El pensamiento
Soneto
Soneto
Soneto de la muerte

Se terminó de imprimir el días 16 de abril del año mil novecientos cuarenta y siete, en la imprenta López, Perú 666, Buenos Aires, República Argentina.

2 comentarios:

Guevara dijo...

muy bueno

te agregue a mis recomendados julian

abrazo

m.a.

lapsuscalami dijo...

gracias docto,
voy a visitar su blog y difundirlo (si me amigo con la tecnología y aprendo cómo)

un abrazo,
julio