Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo
si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo
si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo
pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted
es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.
Hemos vuelto en nuestra versión cibernética. Esta revista llamada Sociedad Anonima se enciende nuevamente esperando juntar nuevos adeptos. Este proyecto nació como un juego hace ya muchos años en el secundario y hoy renace de las cenizas como el ave fénix, por eso el nombre de blog es ave fénix anónima. Espero les guste y participen. Recibimos poemas, poesias, prosa con rima y sin rima. Axolott
jueves, 27 de diciembre de 2012
La sorpresiva narrativa de Manrique Fernández Moreno
Fernández
Moreno, Manrique. Suicidio Natural.
Bs. As.: Botella al Mar, 1953, 75 pp.
Esta novela brevísima fue publicada en 1953
por Botella al Mar y su autor, de escasos veinticinco años en aquel entonces,
se la dedica a su madre. Con esta y sus otras dos narraciones extensas, Sus otras muertes (1963) y Memorias de un príncipe argeutimo (1969),
Manrique Fernández Moreno tiene derecho a integrar el selecto grupo de los raros de la narrativa argentina del
siglo XX, junto a figuras tan geniales como fueron: Eduardo Stilman, Alberto
Vanasco, Juan Pinto, Joaquín Gómez Bas, Juan Vasco, Julio Ardiles Gray, entre
otros.
En cuanto a la obra en sí, Suicidio natural podría ser catalogada
como un escrito de juventud, con la cosmovisión adolescente del amor, el miedo
al rechazo y la duda existencial sobre la propia identidad siempre en crisis.
Tampoco está exenta de aspectos de cuento policial así como de reflexiones
existencialistas. De todas formas, lo que prima en ella es el humor y un cierto
desenfado en el tratamiento de la materia narrativa. Manrique no se priva de
incorporar palabras y expresiones propias del argot, menciones cultas y
populares extemporáneas a lo que nos está contando y romper con la isotopía
estilística una y otra vez, a veces con chistes sandios y, a veces, casi-chistes.
La obra de marras se divide en cinco
capítulos y lo curioso es que el primero de ellos se llama “La solución” y el
último, “El problema”. En ese primer
capítulo, el narrador expresa que tiene veintisiete años y va a suicidarse. La
razón de ello son los desaires de una joven estudiante. En un tono muy
adolescente, describe la vida desde una perspectiva luctuosa y oprimida: “Aquí
estamos tajeados, cercenados a pedrerío limpio. Imposible moverse. No podemos
tener dilaciones. Tampoco apresuramientos” (SN,
p. 19). Allí mismo se cuenta la muerte misteriosa de un canillita (un tal
Rodríguez) en el mismo pueblo de Villa Árboles. En el siguiente capítulo el
narrador se corre a segundo plano y cuenta la historia familiar de un tal
Daniel Aguilar. Este jovencito, luego de reñir con su madre y con el doctor
Mene (Enrique Menéndez), comienza a inquietarse y expresa una ansiedad por
liberarse de su familia y un deseo de dar cauce real a su idealismo de
perfección. Su madre, hablando con la tía, dice: “Esa manía de la perfección…
¡Pobrecito! Igual le pasa con las mujeres. Yo no sé qué pretende. (…) Lo
desesperan las cosas mal terminadas. Sin pulir. Y ahora esta preocupación por
la eutanasia que le sucede últimamente” (SN,
p.31). Al promediar el capítulo, Daniel “progresa” madurativamente y logra
“agenciarse” “una desgarbada, exacerbadísima vida interior y exterior puramente
suya” (SN, p.32), amén de una
prescindencia absoluta de aquellos seres que lo rodean. Es aquí donde se
muestra la vida familiar como rutinaria y opresora (la “ordenación empírica de
la casa y de sus abrigos”, “los trajes” que “le asestaban sus buenas medidas” y
un padre que ve con malos ojos su deseo de ser músico). Como consecuencia,
llamará a una tal Laura para que oficie de compañera en un exilio momentáneo,
un pequeño viaje en tren a la campiña, no exento de apasionamiento. Luego, le
sobreviene una enfermedad que lo obliga a reposar y es allí que, pensando en un
nuevo exilio algo más definitivo, recuerda que tiene un primo (J.) en una
región de baobabs y de montañas, que resultará ser nada más ni nada menos que
Villa Árboles (el lugar desde donde escribe el depresivo narrador). La historia
se va enriqueciendo (y confundiendo) con simbolismos, digresiones plagadas de
retorismo, huidas del hilo narrativo con menciones abstractas que sugieren
referentes concretos que nunca se explicitan (“el caso”, “el asunto”, “esto”),
elucubraciones donde se cuentan episodios de dudosa existencia en la “realidad
del relato”. Luego de tanto merodeo mental y sentimental, Daniel viene a dar
con la casa de su tío Rodolfo Abalorio en la ya mentada Villa Árboles, donde
tiene lugar el encuentro entre Daniel y J. (J. Abalorio, su hasta entonces
desconocido primo). Desde entonces, a la psicología y problemas ya
desarrollados del personaje central, Daniel Aguilar, se sobreimprimirá el
accionar de J. Abalorio, protagonista de los dos últimos capítulos de la
novela. Incluso, en un baile Daniel conocerá a “Ella”, a quien seguirá hasta ingresar a su casa en
un final sin más cierre que la oscura y despersonalizada descripción de las
paredes interiores del recinto, con la sola y débil alusión expresionista de
una alfombra que distiende sus músculos en el suelo. Allí termina el relato
para el joven Aguilar y comienza para J. El capítulo III coincide con la
reaparición del narrador y se divide en dos partes. En la primera sección
(intitulada “Del pariente del muerto”) el narrador, sito en la ciudad Destiempo
y entre papeles e informes burocráticos, lee “las anotaciones del desdichado” (J.)
mientras le ceba mate “Ella” y siente aproximarse “el pobre hombre” al
presente. A esta altura podemos deducir que el narrador podría ser el mismo
Daniel Aguilar y J. es nada menos que su alter-ego,
esa otra bifurcación de su historia para quien el rechazo de la mujer sí habría
sido palmario y motivo de suicidio. En la segunda sección, “Del muerto”,
asistimos a la lectura de un depresivo diario, lleno de expresiones de
sentimientos contrariados y ansias de liberación (aparentemente el diario del
muerto por “suicidio natural”, J. Abalorio). En el penúltimo capítulo (“El
hombre y el puente) se retoma la tercera persona, que se mantendrá hasta el
final, y se introduce la historia de la señorita R. del Arco. En esa misma
parte, el puente del pueblo cobra una densidad simbólica determinante, pues
está “uniendo dos separaciones, dos cosas disímiles, ¿blanco o negro?,
dolorosas. Con su dolor él también de ser puente, archivo disecado del tiempo”
(SN, p. 59) o “se sintió solo, tan
solo como el puente que entreabría su trágico gañote embadurnado de muerte” (SN, p. 66). Puente y “Arco” (el apellido
de la muchacha amada) son las dos maneras de entender la relación: por arriba o
por abajo, cruzar el camino que establecen secamente sus líneas o atravesarlo
por donde no hay camino, por su profunda perpendicular, sin miedo al agua. J.
Abalorio no es consciente de esa alternativa, no puede ver en el “arco” más que
un “puente”. Nuevamente el relato se va llenando de catálisis regidas por el
imaginario y de falsas acciones sonámbulas, como la de penetrar a R. del Arco.
Todo el ensueño se desvanece cuando se hace patente que ella no le corresponde.
J. alcanza la solución a su problema entonces: “su suicidio perfecto: un largo
crimen en su contra, espantosamente premeditado y sin mayores vueltas que
darle” (SN, p. 64). El capítulo final
agrega el ingrediente policial a la novela. El comisario Rojas Jiménez
investiga el asesinato del canillita Rodríguez y el estrangulamiento de R. del
Arco (todo parece indicar que fue asesinada por J., dato que la narración nunca
deja en claro). El comisario quiere endilgarle el crimen a un cafisho de la
ciudad Destiempo llamado Porfirio de la Cresta y esa misma noche se imagina
leyendo en el diario del pueblo la crónica policial que lo tiene a él como el
héroe que apresó al asesino. Luego de esa crónica imaginada (otro sueño más,
otra irrealidad en la realidad de
esta narración, donde los personajes siempre se imaginan algo que es o que no
es según se le antoje luego al narrador dar algún indicio de su verdad),
sabemos que el principal sospechoso había muerto de hipo ya hacía seis meses y
que lo que imaginó el comisario significaba un error terrible (ahí notamos el
lugar de realidad, de responsabilidad concreta que le asigna la novela a las
ideas, a la imaginación y a la idealización). De esto se aprovecha J. Abalorio
en su entrevista con el comisario, para acordar que se suicidará dejando entre
sus ropas una declaración de culpabilidad por las muertes del canillita y de su
amada, y reconociendo la sagacidad del comisario Rojas Jiménez, quien le había
“arrancado hábilmente la confesión”. Al final leemos la transcripción de una
necrológica del matutino de Villa Árboles donde se dice que había sido
encontrado sin vida, abrazado al Puente, el señor J. Abalorio y que su
fallecimiento se había producido a raíz de un ataque cardíaco. Aquí el “corazón”
resulta el elemento ambiguo en esta muerte; para los desconocidos será un
órgano de funcionamiento natural; para los lectores más apropincuados a la
narración manriqueana, el juguete rabioso de la voluntad.
Para finalizar, cabe decir que se trata de una
narración bastante lírica, llena de ocurrencias muchas veces disparatadas y de
lectura no muy amable, es decir, las continuas digresiones del narrador
juguetón pueden hacer que el lector pierda el hilo o se pase toda la novela
buscándolo. Hay fragmentos donde la narración ocurrente y chancera devela un Manrique Fernández Moreno promisorio en el
terreno de la prosa argentina, en un estilo de humor poco cultivado en el país,
con mucho de macedoniano y bastante similar al Bustos Domecq de la “Fiesta del
Monstruo”. Se les recomienda esta novela a lectores abiertos al juego narrativo,
pacientes con las idas y venidas, y habituados a los experimentos de la novela de
la segunda mitad del siglo XX.
Julián D’Alessandro (UBA)
27 de diciembre de 2012martes, 25 de diciembre de 2012
Juego serio
Tienen
que mirar el juego. Tienen que hablarse. Estévez, no se le puede escapar por
ese lateral. Esa zona es suya, Estévez. Señores, los quiero más atentos. No
puede ser. Así no se gana, así no se puede disfrutar el juego. Gondra pásela.
Gondra sea solidario con sus compañeros. Márquez, Márquez… corra Márquez… No,
no, ya le dije que no se puede salir de la cancha. Si lo ve el director qué le digo.
Marafiotti qué hace. Marafiotti, si no se lo toma en serio, voy a tener que
sacarlo ya mismo. Vamos, corran, señores. Por qué no se concentran. ¿Tanto
cuesta meterse en el partido? No vi a ninguno de ustedes traspirar la camiseta,
qué les pasa. Cómo, qué dice Gondra. Ah…, “no le divierte”. No tiene por qué
ser divertido, Gondra. Es un juego y se aprende de él. Estévez, Estévez, qué
hace mirando para allá; el juego está acá, señor. Y usted, porqué no trajo los
botines hoy. Gondra, le vuelvo a reiterar, no me importa si usted se aburre o
se divierte, se supone que esto es para formarlos. Ustedes tienen que grabarse
bien esta idea en la cabeza: es necesario aprender a jugar en equipo. Hay que
correr las pelotas siempre, acá, en la cancha hay que dejar el alma, para que
el día de mañana los goles vengan solos. Cómo dice, Márquez. ¿Usted cree que el
día de mañana lo van a fichar en cualquier equipo así porque sí…? No, señor, se
equivoca. Acá hay que romperse el alma. Si no entrena, el día de mañana va a
terminar de aguatero… si tiene suerte. Marafiotti, no empiece de vuelta con
eso. A mí también me encantaría estar en un banco, sentado, leyendo un libro,
copiando o escribiendo… Sí, obvio, en mi tiempo libre yo también estudio, o se
cree que me paso la vida jugando, pero acá no venimos a estudiar, ni a mirar el
pizarrón… acá hay que concentrarse en el juego. Es un asunto serio, Gondra.
Cómo. Eso mismo se lo va a decir usted al director técnico. No, no… Yo no puedo
jugar con gente que no entrenó para el partido. A ver… levante la mano el que
no entrenó para hoy.
12/12
Cuentos inexplicados
lunes, 8 de octubre de 2012
Apretón de manco
me
duele tanto más tu ausencia
que
mi presencia sola
cómo
es que duele lo que no hay
lo
que no es
late
la noche su horizonte de canes
y
remuerde mi silencio
así
tu ausencia
en
mi presencia sola
tu
voz sin vos
una
luz velándome en la sombra
10/12
viernes, 21 de septiembre de 2012
No conozco
estrictamente su sonrisa
No conozco estrictamente su sonrisa. No la he
visto abrirse entre sus labios. Ni vi su boca arqueándose ni sus cejas
elevarse. No vi nada de eso. No conozco su sonrisa real. Es una abstracción de
mi mente, una imagen fija que a mí no me sonríe; sonríe sólo a un objetivo. Y esto
equivale a espiar a alguien que ya no está y que para no estar posó en un
silencio risueño, y esbozó también una sonrisa, como el que le roba una pieza
fundamental a un rompecabezas. De su imagen inmóvil ahora sólo miro el punto
ciego: su enigmática sonrisa, que no vi nunca abrirse, que no vi jamás
cerrarse. La pieza faltante, la pieza que marca el borde donde circunscribo la
mirada, el punto de fuga que delata que no veo más allá del biombo de una
imagen, la chatura de mi deseo de aprehenderla, la inacción de una caballerosa
buena voluntad. También tanto espiar siembra sospechas: si viera su sonrisa
desvanecerse en el estupor de alguna queja, tal vez no me quedara con lo
accidental que podría ser el goce de mirarla horas absorto sonreír. No conozco
ni por asomo su sonrisa. No la he visto nunca. Ni siquiera imagino la voz suave
o agudísima que esconde. Reconozco que no conozco a esa mujer, ni su sonrisa.
Pero no puedo dejar de mirarla sonreír hipnotizado, idiotizado, seguro en la
fortaleza frágil de mi amor superficial.
2011
lunes, 16 de abril de 2012
La última materia
Tamara acababa de recibirse. Acababa de rendir con éxito el último examen de la carrera. Y estaba sola. No le había dicho a nadie. Contenida la euforia triunfal en su fuero personal, ahora se sentaba en una silla de la biblioteca de la facultad. Había rescatado de entre sus apuntes abigarrados de anotaciones una carilla en blanco. Se disponía por fin a escribir. Su cuento se trataba de un joven, que se llamaba Marco y que estudiaba Letras, y que también se había recibido y tampoco le había dicho nada a nadie del asunto. Era extraño, pero Tamara sentía que Marco tampoco precisaba una descripción. Se debatía entre hacerlo actuar o hablar con alguien. Él aparecía sentado en un asiento de la biblioteca de la universidad. Se sentía por fin eximido de la carga del estudio. No sabía qué hacer. No estaba alegre; tampoco triste. Sólo se sentía sin metas por primera vez en su vida. Y no sabía qué hacer. Esto ya lo había escrito. La biblioteca estaba casi vacía. Era temprano y no había visto allí a ningún conocido. En un momento se le ocurrió escribir un poema cuyo final dijera: “Pero nuestra historia no tiene vuelta / de hoja”. Pero enseguida se persuadió de que se trataba de una estupidez. Luego pensó en escribir la historia de un hombre sin coraje, un tipo que no tuviera siquiera la valentía de matarse a sí mismo. Fue ahí cuando levantó la vista. A unas mesas de distancia vio una chica con la cabeza gacha que escribía. Entonces le pasó por la cabeza una idea muy extraña: iba a escribir sobre ella, una historia que protagonizara ella escribiendo un cuento, un cuento que lo tuviera a él como protagonista. Allí él la estaría mirando un largo rato y luego, al final, sólo al final del relato, se le acercaría furtivamente. En ese momento se asomaría por encima de su hombro y le diría al oído, pausada y delicadamente, como hablan los confesores: “Así no soy yo. Acabás de escribir que mis ojos son marrones, y mis ojos, como ves, son verdes, ¿ves?, verdes”, y ella le respondería titubeante, aunque enérgica, que no habría querido describirlo si no fuera que estaba solo en la biblioteca y resultaba imposible escribirlo dialogando con alguien. “Pero podías haber escrito que llegaba justo una chica de afuera, a la que yo esperaba en secreto, tan en secreto que hasta incluso el mismo narrador lo ignoraba”, terminó de decir Marco mientras pasaba su brazo por la cintura de una chica que no era Tamara.
Apenas le hubo puesto el punto final a su cuento, Tamara lo releyó y decidió cambiar algunas cosas. Pensó que sería mejor situarlo en un bar y que el escritor fuese una escritora que todavía estaba por rendir la última materia.
Julio Lapsuscalami, Cuentos inexplicados.
Apenas le hubo puesto el punto final a su cuento, Tamara lo releyó y decidió cambiar algunas cosas. Pensó que sería mejor situarlo en un bar y que el escritor fuese una escritora que todavía estaba por rendir la última materia.
Julio Lapsuscalami, Cuentos inexplicados.
sábado, 31 de marzo de 2012
Credo a la luz de tus ojos
creo en el silencio
si tu mirada lo arrulla
e inventa una canción de caricias
creo en el final feliz de la tristeza
si tus manos la arropan
y hacen con mis desgracias graciosas pajaritas
creo en el sol, su luz, la tarde, ese cielo,
si recortasen de la ausencia
las líneas que más me duelen de tu cuerpo
creo en un trópico no utópico
donde tus labios florezcan sanguinariamente
mientras me desangro de los besos consagrados a tu boca
si tu mirada lo arrulla
e inventa una canción de caricias
creo en el final feliz de la tristeza
si tus manos la arropan
y hacen con mis desgracias graciosas pajaritas
creo en el sol, su luz, la tarde, ese cielo,
si recortasen de la ausencia
las líneas que más me duelen de tu cuerpo
creo en un trópico no utópico
donde tus labios florezcan sanguinariamente
mientras me desangro de los besos consagrados a tu boca
sábado, 25 de febrero de 2012
Infidencia
-Disculpe, señor, ¿usted conoce a la señorita que acaba de salir del negocio?-, dijo Manuel.
-Pero, ¿qué me pregunta, muchacho! Aun si la conociera, no le daría ningún dato al respecto. ¡Es información confidencial!-, respondió el vendedor.
-Si es información confidencial, no veo el problema que haya en hacer confidencias a un extraño. Ni usted ni ella me conocen. No veo la gravedad del asunto. A lo sumo tendrá el mismo efecto que el de una carta que llega a un domicilio equivocado-, remató con suficiencia el joven impetuoso.
-Ay, señor, ¡usted es tan ridículo! Hágame el favor de irse.
-¿Por qué le voy a hacer un favor a usted si ni siquiera coopera con la mínima gauchada que le estoy pidiendo?
-A mí no me va a envolver con razonamientos. ¡Váyase ya!
En ese momento entra la chica y dice:
-Disculpen. Papá, me olvidé el paraguas.
24/2/2012
-Pero, ¿qué me pregunta, muchacho! Aun si la conociera, no le daría ningún dato al respecto. ¡Es información confidencial!-, respondió el vendedor.
-Si es información confidencial, no veo el problema que haya en hacer confidencias a un extraño. Ni usted ni ella me conocen. No veo la gravedad del asunto. A lo sumo tendrá el mismo efecto que el de una carta que llega a un domicilio equivocado-, remató con suficiencia el joven impetuoso.
-Ay, señor, ¡usted es tan ridículo! Hágame el favor de irse.
-¿Por qué le voy a hacer un favor a usted si ni siquiera coopera con la mínima gauchada que le estoy pidiendo?
-A mí no me va a envolver con razonamientos. ¡Váyase ya!
En ese momento entra la chica y dice:
-Disculpen. Papá, me olvidé el paraguas.
24/2/2012
domingo, 5 de febrero de 2012
Osiris Troiani, un poeta que no perdona (el olvido)
LA LÁGRIMA RUBIA
(selección de poemas)
Osiris Troiani
Ed. Argonauta
Bs. As., 1951
El corazón a la intemperie
El corazón a la intemperie
qué días de sol y qué tempestades
Todo lo he perdido
por cobardía
me acurrucaba
bajo los latigazos del sufrimiento
Y la vida me dijo
helada de ira
Quédate con tu virtud
Quédate con tu virtud
triste gusano
El trueno en el museo
A media tarde
el verano exasperado
desenvainó su espada
y la hundió blandamente
en la penumbra del museo
El conservador en jefe
sudoroso
leía un viejo códice
su secretaria se había marchado
después de descolgar su sombrerito
del sexo de Hermes
y su bolso del tridente de Poseidón
las parejas de visitantes
preferían escribir sus nombres
con el paraguas
en la arena del parque
El trueno entró con el relámpago
y ambos desgarraron
el compacto misterio
la gracia ociosa
Las brumas se repliegan
un coloso de granito
agredido
se tambalea
los vidrios se desgañitan
se enciende respira
la plástica usada
El taladro de nácar
llega hasta las raíces
del sueño interrumpido
Muerde
la fortaleza de símbolos
todo se reanima
en la cascada verde
Brotan
de una mirada satisfecha
las azules mamas de la duda
Oh turbio
santuario de la inmovilidad
almacén de belleza
con sus escorias y gusanos
ahora sí te veo
vivir
la vida desatada
perentoria jadeante
El aire enfurecido
saca a la luz
como un ilusionista
otras formas
sin formas
Dejadme ver un accidente
una despedida
la aparición de un ángel
ruidoso
una muela que se desintegra
o tal vez una columna de humo
oblicua
Dónde están
la esparcida sangre
del relámpago
dónde la sorda pujanza
del trueno
que arrasarán un día
mi museo interior
donde nacen a toda hora
el dolor
con su encarnada amapola
el sarcasmo con su pechera
la libertad como un tigre
la ilusión siempre minada
desmoronada
El ángel ceñudo
II
Amor de mal e de bé ignorança…
Cuida de no pisar
al menos
la tumba del pasado
Olvídate de tu país
Olvídate
de la piadosa bruma
de la soledad
(que aún persiste allá
en velar todo lo que brilla
los perfiles agudos
las ordinarias calamidades
todo lo que pudiera devolver
su reflejo al cielo implacable)
Olvídate de tu combate
Ni aún con el pensamiento
vuelvas al oloroso bosque
sus ritos no te pertenecen
El sol bestia divina
te repudia
Cielo obsceno
El amor
bien podía yo esperarlo
siempre me sorprendía
Hojas crujientes batir de alas
un hombre en la fuerza de la edad
la mañana recién lavada
oh qué leve era la vida
viento precoz y hierbas locas
La alegre duplicidad
de la inocencia olvidada
olvidada un momento
cómo no ha de agitar
tu ternura
Mira
el escoliasta prolijo
conoce hoyo el lujo persa
de amor
Los finos aires ciñen
sus narices estremecidas
el amor se derrama
del desdeñoso ojo azul
¿Cómo reprochárselo?
Un cielo obsceno lanza
su reto
______Labran redes
de suave luz las estivales
cigarras
______Los sentidos
tienden sus emboscadas
No hay impostura
en desbordar los límites
Pero aparta ya
deja que me envuelva
en la niebla
del antiguo encantamiento
Tengo miedo la noche vocifera
me persiguen
esos rumores plenos de sentido
la empresa es insensata
Por Dios
tengo bastante
Devuélveme
la dulce melancolía
las tinieblas sagradas
mi corazón violeta
Flor carnicera
que aprisiona la mano
que la acaricia
Una razón para vivir
Corrí a la playa ardiente
me bañé entre las tortugas gigantes
bebí leche de cocos
descolgados a golpe de hacha
era un país en donde el aire
se renovaba con rapidez
Pero de pronto refrenó mi paso
un osario de ballenas
Y en ese loco exterminio
en toda esa podredumbre tendida
cobarde e inerte podredumbre
reconocí mi vida
de cada día
Cuándo podré acostarme
como un faraón
entre los siglos
II
Necesito una razón para vivir
y no la encuentro en un beso
ni en un redoble de tambor
ni en este porfiado ejercicio
de la poesía
sórdido como la usura
Necesito una razón
para afrontar la vergüenza
de la primera cana
sin preguntarme
Qué hecho Dios míos
de mí
Tomé partido
abrazo la Revolución
sin fe ni cólera
por el horror de estar solo
de que la caravana me deje en el camino
Por una bandera se muere
por una mujer se miente
hasta el último suspiro
para salvar el alma
se aprende la más refinada hipocresía
Pero yo necesito una razón para vivir
Un dios infame
No entres
No entres
Descubrirías
un sol desnudo
descubrirías mi temible orgullo
perverso como un príncipe
Nada fresco crece a su sombra
El dolor la alegría
sucumben a su mordedura
tóxica
El coraje se hace impúdico
Amar lo que otros aman en mí
qué cobardía
no habrá expiación
no habrá expiación estoy seguro
III
Abdicar inmolarse
En la bondad está el desprecio
en la sinceridad la hipocresía
Orgullo la duda
orgullo la certidumbre
Abdicar del orgullo
disolverse en un ilimitado amor
en una bella mentira
Sé que el espíritu no puede
vivir sin él
es la fuente el secreto de su energía
es su espina dorsal
Quebrársela
(selección de poemas)
Osiris Troiani
Ed. Argonauta
Bs. As., 1951
El corazón a la intemperie
El corazón a la intemperie
qué días de sol y qué tempestades
Todo lo he perdido
por cobardía
me acurrucaba
bajo los latigazos del sufrimiento
Y la vida me dijo
helada de ira
Quédate con tu virtud
Quédate con tu virtud
triste gusano
El trueno en el museo
A media tarde
el verano exasperado
desenvainó su espada
y la hundió blandamente
en la penumbra del museo
El conservador en jefe
sudoroso
leía un viejo códice
su secretaria se había marchado
después de descolgar su sombrerito
del sexo de Hermes
y su bolso del tridente de Poseidón
las parejas de visitantes
preferían escribir sus nombres
con el paraguas
en la arena del parque
El trueno entró con el relámpago
y ambos desgarraron
el compacto misterio
la gracia ociosa
Las brumas se repliegan
un coloso de granito
agredido
se tambalea
los vidrios se desgañitan
se enciende respira
la plástica usada
El taladro de nácar
llega hasta las raíces
del sueño interrumpido
Muerde
la fortaleza de símbolos
todo se reanima
en la cascada verde
Brotan
de una mirada satisfecha
las azules mamas de la duda
Oh turbio
santuario de la inmovilidad
almacén de belleza
con sus escorias y gusanos
ahora sí te veo
vivir
la vida desatada
perentoria jadeante
El aire enfurecido
saca a la luz
como un ilusionista
otras formas
sin formas
Dejadme ver un accidente
una despedida
la aparición de un ángel
ruidoso
una muela que se desintegra
o tal vez una columna de humo
oblicua
Dónde están
la esparcida sangre
del relámpago
dónde la sorda pujanza
del trueno
que arrasarán un día
mi museo interior
donde nacen a toda hora
el dolor
con su encarnada amapola
el sarcasmo con su pechera
la libertad como un tigre
la ilusión siempre minada
desmoronada
El ángel ceñudo
II
Amor de mal e de bé ignorança…
Cuida de no pisar
al menos
la tumba del pasado
Olvídate de tu país
Olvídate
de la piadosa bruma
de la soledad
(que aún persiste allá
en velar todo lo que brilla
los perfiles agudos
las ordinarias calamidades
todo lo que pudiera devolver
su reflejo al cielo implacable)
Olvídate de tu combate
Ni aún con el pensamiento
vuelvas al oloroso bosque
sus ritos no te pertenecen
El sol bestia divina
te repudia
Cielo obsceno
El amor
bien podía yo esperarlo
siempre me sorprendía
Hojas crujientes batir de alas
un hombre en la fuerza de la edad
la mañana recién lavada
oh qué leve era la vida
viento precoz y hierbas locas
La alegre duplicidad
de la inocencia olvidada
olvidada un momento
cómo no ha de agitar
tu ternura
Mira
el escoliasta prolijo
conoce hoyo el lujo persa
de amor
Los finos aires ciñen
sus narices estremecidas
el amor se derrama
del desdeñoso ojo azul
¿Cómo reprochárselo?
Un cielo obsceno lanza
su reto
______Labran redes
de suave luz las estivales
cigarras
______Los sentidos
tienden sus emboscadas
No hay impostura
en desbordar los límites
Pero aparta ya
deja que me envuelva
en la niebla
del antiguo encantamiento
Tengo miedo la noche vocifera
me persiguen
esos rumores plenos de sentido
la empresa es insensata
Por Dios
tengo bastante
Devuélveme
la dulce melancolía
las tinieblas sagradas
mi corazón violeta
Flor carnicera
que aprisiona la mano
que la acaricia
Una razón para vivir
Corrí a la playa ardiente
me bañé entre las tortugas gigantes
bebí leche de cocos
descolgados a golpe de hacha
era un país en donde el aire
se renovaba con rapidez
Pero de pronto refrenó mi paso
un osario de ballenas
Y en ese loco exterminio
en toda esa podredumbre tendida
cobarde e inerte podredumbre
reconocí mi vida
de cada día
Cuándo podré acostarme
como un faraón
entre los siglos
II
Necesito una razón para vivir
y no la encuentro en un beso
ni en un redoble de tambor
ni en este porfiado ejercicio
de la poesía
sórdido como la usura
Necesito una razón
para afrontar la vergüenza
de la primera cana
sin preguntarme
Qué hecho Dios míos
de mí
Tomé partido
abrazo la Revolución
sin fe ni cólera
por el horror de estar solo
de que la caravana me deje en el camino
Por una bandera se muere
por una mujer se miente
hasta el último suspiro
para salvar el alma
se aprende la más refinada hipocresía
Pero yo necesito una razón para vivir
Un dios infame
No entres
No entres
Descubrirías
un sol desnudo
descubrirías mi temible orgullo
perverso como un príncipe
Nada fresco crece a su sombra
El dolor la alegría
sucumben a su mordedura
tóxica
El coraje se hace impúdico
Amar lo que otros aman en mí
qué cobardía
no habrá expiación
no habrá expiación estoy seguro
III
Abdicar inmolarse
En la bondad está el desprecio
en la sinceridad la hipocresía
Orgullo la duda
orgullo la certidumbre
Abdicar del orgullo
disolverse en un ilimitado amor
en una bella mentira
Sé que el espíritu no puede
vivir sin él
es la fuente el secreto de su energía
es su espina dorsal
Quebrársela
jueves, 2 de febrero de 2012
Querencia
Hay pescados que no vuelven,
hay pescados que se van,
dan cabriolas ciegas sobre la arena
y el viento los envuelve en agua seca.
Los pescados que no vuelven
sienten remoto el mar,
aunque estén cerca.
Sienten la tristeza infinita
de morir oliendo la sal
de otros días.
Paracas, 30-1-2012
hay pescados que se van,
dan cabriolas ciegas sobre la arena
y el viento los envuelve en agua seca.
Los pescados que no vuelven
sienten remoto el mar,
aunque estén cerca.
Sienten la tristeza infinita
de morir oliendo la sal
de otros días.
Paracas, 30-1-2012
miércoles, 11 de enero de 2012
Las nubes
Las nubes, las nubes son como campanas
que caminan, que caminan por el cielo
dando pasos lentos, a tientas, lento,
como un ciego guía al día a la mañana.
Estas nubes blancas que cambian y cambian
no conocen la memoria, no distinguen
las tardes soñadas en las que te quise
de otras tardes que recuerdo solitarias.
Inocente nube, algodón perdido
por el mar herido del cielo naufragas;
monumento que recuerdas el olvido
de las horas que se han ido y son pasadas.
Culpables, las nubes porque siempre han sido
puertas tristes que dan hacia nada… nada…
10 / enero /2012
Lo aclaro, no soy Herrera, ni el Fernando de... ni el Ricardo H... No tengo el credo del arte formal... pero sí creo en el rigor científico de la teoría de la composición (que es una chamuyo que escribió Poe para ganar plata; el cuervo no fue pensado así como dice Poe, a mí no me parece así al menos; pero sí el rigor que esgrime Poe fue internalizado con varios de "pecados de juventud"...) y el arte concreto y en la jornada de ocho horas girondiana... Si hubiera una razón a priori para establecer que un tipo de poesía es mejor que otra, me dejaría de gustar la poesía... Por favor, consideren estos poemas sonetos como juveniles y... altamente pecaminosos.
que caminan, que caminan por el cielo
dando pasos lentos, a tientas, lento,
como un ciego guía al día a la mañana.
Estas nubes blancas que cambian y cambian
no conocen la memoria, no distinguen
las tardes soñadas en las que te quise
de otras tardes que recuerdo solitarias.
Inocente nube, algodón perdido
por el mar herido del cielo naufragas;
monumento que recuerdas el olvido
de las horas que se han ido y son pasadas.
Culpables, las nubes porque siempre han sido
puertas tristes que dan hacia nada… nada…
10 / enero /2012
Lo aclaro, no soy Herrera, ni el Fernando de... ni el Ricardo H... No tengo el credo del arte formal... pero sí creo en el rigor científico de la teoría de la composición (que es una chamuyo que escribió Poe para ganar plata; el cuervo no fue pensado así como dice Poe, a mí no me parece así al menos; pero sí el rigor que esgrime Poe fue internalizado con varios de "pecados de juventud"...) y el arte concreto y en la jornada de ocho horas girondiana... Si hubiera una razón a priori para establecer que un tipo de poesía es mejor que otra, me dejaría de gustar la poesía... Por favor, consideren estos poemas sonetos como juveniles y... altamente pecaminosos.
domingo, 1 de enero de 2012
Eduardo Jonquières, el inexistente poeta existencialista
Eduardo Jonquières
(1918-2000)
Pintor y poeta argentino.
La sombra, Editorial Viau, 1941.
Permanencia del ser, Editorial El Bibliófilo, 1945.
Crecimiento del día, Editorial Losada, 1949.
Los vestigios, Editorial Botella al mar, 1952.
Pruebas al canto, Editorial Troquel, 1954.
Por cuenta y riesgo, Editorial Mundonuevo, 1962.
Zona árida, Editorial Losada, 1965.
Algunos poemas de muestra...
Poema de amor
A Aurora, a Julio
Rien n’est passé, la vie a des feuilles nouvelles
PAUL ELUARD
Qué muros me levantan de nube
tu voz, tu luz, tus ademanes.
Nuestras dos desmesuras
juntas en un cielo enceguecido,
el mar imposible que recoge
las olas altas y las suma a su vacío.
(El mar tranquilo, abandonado,
con la procesión que va por dentro.)
Tu mano sobre mí como agua de verano:
hay quienes corren más azules que el cielo,
más ligeros que la fiebre, sostienen
las llaves diminutas en sus ojos
con que abrir las cosas de la tierra.
Pero callas, pero hablas:
es lo mismo.
No señales esa hora,
no me nombres el minuto.
Déjame la vida entera entre estos muros,
estas nubes, estas prisas que tenemos por vivirla,
estos ojos de ver que callan lo que han visto.
de Pruebas al canto
Me envejece
Me envejece el traje, se me arruga de repente el gesto.
Quién sabe qué dioses andan por arriba tirándome los dados,
entre noches, escapándole
al tormento del sí, eternamente,
y al goce del no, ahoramente.
Una sombra suele, frágil, subir por las paredes,
unos cóncavos, mordidos sucederes, lo que fue y no se supo,
lo que estuvo a medias hecho en el día que no usé,
en el tiempo que no acaba de ser tiempo
y quiere ser minuto o siglo a toda costa.
Me envejece la pestaña, el ojo, la esperanza,
esta uña al final que no rasga ya ni una,
el botón que no abrocha y el zapato que no calza.
El aire me envejece, la mañana de anteayer,
la curva monda de la fruta,
el mar con su acecho irresistible.
Se me va haciendo tarde,
ya siempre se va siendo nunca.
Pero empiezo,
empiezo de nuevo a creer,
que estoy viviendo:
con toda el alma,
vuelvo a equivocarme.
El que nunca
Je ne travaille pas dans l’éntendue d’un domaine quelconque
je travaille dans l’unique durée.
ANTONIN ARTAUD
El que nunca
oyó a un hombre llorar en sus huesos y en su sangre
el que nunca
vio a un chico crecerle el hambre en las uñas y en las cejas,
el que nunca
rebajó un perro a ser obispo o funcionario,
el que nunca
arrebató al olvido las premisas del siempre,
el que nunca figuró con honores
en las batallas dadas,
el que se encontró al fin de cuentas
deshojado, absorto en el alba clandestina:
ese es quien heredó su muerte,
quien tuvo su parcela de vacío.
de Por cuenta y riesgo
Compra y venta del hombre
Se marchara con su nube a cuestas,
mondo y lirondo de sonido.
Se marchara ayer, se marchara
despejado de sentido y quieto.
Parado para andar, oyendo para callarse.
No le dejaron sino lo justo:
la sonrisa apenas y el perdón
que cae de los labios como babas.
Tuvo apenas su mirada.
¿Qué resplandor de cielo le dejaron,
cuántos gratos pasatiempos
vinieron a ofrecerle?
Le dieron las crueles dilaciones,
los premios que recibe el demorado,
la triste navaja con que se corta
la mirada en tiras, el roedor
triunfo, la boca muerta en la cara desvaída.
Eso le dejaron en su mundo devastado;
eso, y una nube.
Mas cuesta llevar la nube a cuestas,
cuesta ser sordo entre callados.
en Los Vestigios
Quien más quien menos
Uno que muda conforme lo miramos
como la caricia de unas manos
o la sonrisa que desnuda su hueco de cálculo y perfidia
al caer resbalando por la cara.
Uno que enfrente está esperando
del otro sus palabras, descendidas a ser
razones y virtudes.
Uno a quien la máscara le carcomió
el gesto y le sacó las ganas
de andar usando sus caras.
Uno apenas verdadero
devorado por la suerte.
Ni vale la pena
Llegaste
al límite en que las resoluciones
fallan y sobra la inocencia.
Llegaste a cero
después de creer que ibas a pródigo
o a sediento.
Fuiste un cuero seco
unas sonrisas por aquí y por allá
la inconstante creencia
de que eras futuro.
Envileciste la paciencia
del espejo y de los viajes
sedujiste lo engañado de antemano
anduviste a contramarcha en cada rumbo
y te juntaste a las que pasan
sin darles desenlace.
No cavaste en la huella duradera
no dejas el testimonio del diamante.
Estás en ti
como un muñón
que todavía duele a ratos.
de Zona árida
(1918-2000)
Pintor y poeta argentino.
La sombra, Editorial Viau, 1941.
Permanencia del ser, Editorial El Bibliófilo, 1945.
Crecimiento del día, Editorial Losada, 1949.
Los vestigios, Editorial Botella al mar, 1952.
Pruebas al canto, Editorial Troquel, 1954.
Por cuenta y riesgo, Editorial Mundonuevo, 1962.
Zona árida, Editorial Losada, 1965.
Algunos poemas de muestra...
Poema de amor
A Aurora, a Julio
Rien n’est passé, la vie a des feuilles nouvelles
PAUL ELUARD
Qué muros me levantan de nube
tu voz, tu luz, tus ademanes.
Nuestras dos desmesuras
juntas en un cielo enceguecido,
el mar imposible que recoge
las olas altas y las suma a su vacío.
(El mar tranquilo, abandonado,
con la procesión que va por dentro.)
Tu mano sobre mí como agua de verano:
hay quienes corren más azules que el cielo,
más ligeros que la fiebre, sostienen
las llaves diminutas en sus ojos
con que abrir las cosas de la tierra.
Pero callas, pero hablas:
es lo mismo.
No señales esa hora,
no me nombres el minuto.
Déjame la vida entera entre estos muros,
estas nubes, estas prisas que tenemos por vivirla,
estos ojos de ver que callan lo que han visto.
de Pruebas al canto
Me envejece
Me envejece el traje, se me arruga de repente el gesto.
Quién sabe qué dioses andan por arriba tirándome los dados,
entre noches, escapándole
al tormento del sí, eternamente,
y al goce del no, ahoramente.
Una sombra suele, frágil, subir por las paredes,
unos cóncavos, mordidos sucederes, lo que fue y no se supo,
lo que estuvo a medias hecho en el día que no usé,
en el tiempo que no acaba de ser tiempo
y quiere ser minuto o siglo a toda costa.
Me envejece la pestaña, el ojo, la esperanza,
esta uña al final que no rasga ya ni una,
el botón que no abrocha y el zapato que no calza.
El aire me envejece, la mañana de anteayer,
la curva monda de la fruta,
el mar con su acecho irresistible.
Se me va haciendo tarde,
ya siempre se va siendo nunca.
Pero empiezo,
empiezo de nuevo a creer,
que estoy viviendo:
con toda el alma,
vuelvo a equivocarme.
El que nunca
Je ne travaille pas dans l’éntendue d’un domaine quelconque
je travaille dans l’unique durée.
ANTONIN ARTAUD
El que nunca
oyó a un hombre llorar en sus huesos y en su sangre
el que nunca
vio a un chico crecerle el hambre en las uñas y en las cejas,
el que nunca
rebajó un perro a ser obispo o funcionario,
el que nunca
arrebató al olvido las premisas del siempre,
el que nunca figuró con honores
en las batallas dadas,
el que se encontró al fin de cuentas
deshojado, absorto en el alba clandestina:
ese es quien heredó su muerte,
quien tuvo su parcela de vacío.
de Por cuenta y riesgo
Compra y venta del hombre
Se marchara con su nube a cuestas,
mondo y lirondo de sonido.
Se marchara ayer, se marchara
despejado de sentido y quieto.
Parado para andar, oyendo para callarse.
No le dejaron sino lo justo:
la sonrisa apenas y el perdón
que cae de los labios como babas.
Tuvo apenas su mirada.
¿Qué resplandor de cielo le dejaron,
cuántos gratos pasatiempos
vinieron a ofrecerle?
Le dieron las crueles dilaciones,
los premios que recibe el demorado,
la triste navaja con que se corta
la mirada en tiras, el roedor
triunfo, la boca muerta en la cara desvaída.
Eso le dejaron en su mundo devastado;
eso, y una nube.
Mas cuesta llevar la nube a cuestas,
cuesta ser sordo entre callados.
en Los Vestigios
Quien más quien menos
Uno que muda conforme lo miramos
como la caricia de unas manos
o la sonrisa que desnuda su hueco de cálculo y perfidia
al caer resbalando por la cara.
Uno que enfrente está esperando
del otro sus palabras, descendidas a ser
razones y virtudes.
Uno a quien la máscara le carcomió
el gesto y le sacó las ganas
de andar usando sus caras.
Uno apenas verdadero
devorado por la suerte.
Ni vale la pena
Llegaste
al límite en que las resoluciones
fallan y sobra la inocencia.
Llegaste a cero
después de creer que ibas a pródigo
o a sediento.
Fuiste un cuero seco
unas sonrisas por aquí y por allá
la inconstante creencia
de que eras futuro.
Envileciste la paciencia
del espejo y de los viajes
sedujiste lo engañado de antemano
anduviste a contramarcha en cada rumbo
y te juntaste a las que pasan
sin darles desenlace.
No cavaste en la huella duradera
no dejas el testimonio del diamante.
Estás en ti
como un muñón
que todavía duele a ratos.
de Zona árida
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