lunes, 24 de enero de 2011

Cuatro poemas de Baldomero de Ciudad-Pueblo-Campo

Rivadavia al 700

Doblado casi sobre este nuevo balcón
llega hasta mí la calle arrugada y afónica.
Enfrente el edificio loco de “La Razón”
y el otro telaraña de la Unión Telefónica.

Las paredes opuestas se tocan con la mano
bajo un cielo porteño de seda inmaculada.
Una antena construye su trama de mecano,
y al fondo el rubor suave de la Casa Rosada.

Rivadavia, a lo lejos, prolonga su palote,
en las dos bocacalles el tránsito se aprieta.
Erige la Intendencia su brujo capirote
y el farol de “La Prensa” ensaya su pirueta.

Más años

En el café me he visto fugazmente al espejo
las cóncavas ojeras y la faz amarilla;
esto ya no es cansancio, esto es estar viejo…
Canta en la porcelana, febril, la cucharilla.

¿Por dónde, amigos míos, cederá el organismo?
¿Será el mazazo sordo de muerte repentina,
o, sombra miserable, parodia de mí mismo,
cargaré muchos años la torre de mi ruina?

Crepúsculo en medio del campo

La tardé está partida en dos bellas mitades:
violeta hacia la izquierda, rosada a la derecha;
el camino divide las dos inmensidades
terso como un mandoble, recto como una flecha.

Palotes del teléfono, montes a la distancia,
un charco con un brillo uniforme de acero,
una como remota marinera fragancia,
y el pájaro que anuncia con su trino el lucero.

Crepúsculo

Realmente uno no sabe si el ceñudo horizonte,
por delante del cual un chispazo destella,
es largo nubarrón o la quilla de un monte,
ni si es la luz luciérnaga o rehilo de estrella.

Que ya sobre la pampa no se advierte otra cosa
que el borrón de unos árboles o unas vacas perdidas.
A estas horas la brisa se torna misteriosa
y huele a juncos limpios y huele a algas podridas.

Ahora se ve la estancia como en un turbio espejo:
abollada la parva y la máquina gris.
Lo que antes era llama, vibración y reflejo,
ya no es otra cosa que rocío y matiz.

Ahora ya no se advierte ni un signo de fatiga,
ni una voz destemplada, ni un paso desigual.
Todo entra en el regazo de la penumbra amiga:
el corazón del hombre, la rueda del metal.

Baldomero Fernández Moreno
Buenos Aires – Ciudad – Pueblo – Campo
Ed. Kraft, 1941.

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