lunes, 19 de noviembre de 2007

Sobre por qué decir "te amo" es firmar un cheque en blanco...

Cita del artículo de César Fernández Moreno (“Poesía tradicional y poesía de vanguardia”, 1958)*:

“(…) Dice Valéry que ‘el lenguaje es todo lo contrario a un instrumento de precisión’: la palabra es abstracción y, desde el punto de vista de la infinitamente matizada realidad, es también grosería y traición. Para superar estos obstáculos, la literatura poética tiene sus recursos, y sabe tejer poesía en su especializado lenguaje de lo difícil, de lo intuitivo, de lo sentimental, de la indiscernible trama vital. (…) la poesía (…) se propone decir lo que no se puede decir, pues ‘no hay lenguaje de lo particular’ (Eliot).”

Ese lenguaje de lo particular es el que pretendería encontrar el arte. Cuando digo me duele esto, busco transmitirle al otro una sensación, no un significado abstracto. Hacer de la palabra “soma”, no “sema”. En este plano decía José Ortega y Gasset:

“Las palabras son logaritmos de las cosas, imágenes, ideas y sentimientos, y, por lo tanto, sólo pueden emplearse como signos de valores, nunca como valores”.

Diderot decía: “La palabra no es la cosa, sino un brillo por cuyo resplandor se la percibe”, parece acordar con Ortega, pero quizá en la idea de brillo hay mayor motivación… Jean Clavreul en El orden médico dice:

“(…) el discurso no procede del sentido (sea común o no), sino del signo. Es del prójimo de quien hay que esperar que recoja el signo, para que la elipse que se cierra sobre lo que ha sido dicho demasiado aprisa, demasiado mal, encuentre su otro centro que la justifica.”

El planteo nos sirve para explicarnos las apelaciones constantes al lector que hace Shua, el lector crea con su lectura el discurso. Acá fue que yo me puse firme contra Clavreul, una cosa es decir que la palabra no tiene el sentido en sí misma, otra decir que el discurso proviene únicamente de la palabra. Yo creo que el discurso proviene del sentido (intención del hablante)… y sólo proviene del signo en circunstancias muy pobres de comunicación. La entonación, la reformulación (es decir, la puesta en equivalencia de diversos signos como paradigmas para un solo sentido) y demás actitudes de los hablantes nos hacen saber que los hablantes no quieren decir lo que dicen, sino que tratan de decir lo que quieren decir! Sin embargo, acepto que es un tema mucho más complejo, y que soy capaz de admitir que el discurso viene del signo si nos ponemos estrictos…

Pero cuando esto quedaba en una verdad unidireccional, apareció Santiago Kovadloff a decir todo lo contrario:

“Creo que no se escribe para decir algo que de antemano se sabe, sino para llegar a saber qué se quiere decir y para verificar hasta dónde ese querer decir logra encarnarse en lo que efectivamente se dice. La obra, cuando es literaria, nos informa en el doble sentido de que nos cuneta y nos constituye. Se pasa a ser lo que se ha dicho y se pasa a ser porque se ha dicho. La expresión confiere estatuto ontológico. (…) De modo que, en este sentido, hay que decir que se escribe contra la propia indeterminación.”

Quizá esta última idea (escribir contra la propia indeterminación) es la paradoja de base que sostiene Botánica del caos -de A.M.Shua-, pues escribir supone ordenar siempre. Y el libro pretende lo otro.

“Se escribe para convertir lo amorfo de nuestra interioridad sin vos en exterioridad, en pronunciamiento, en objetividad. No extraemos de nuestra interioridad lo que decimos. A la inversa: mediante lo que decimos construimos nuestra interioridad. (…) Al respecto, Hegel afirmó que ‘es en el mundo de la acción donde el alma se halla realmente a sí misma’ (…) escribir, en su sentido más radical, es ejercer el derecho a una esencial discordancia con uno mismo.” (dice S. Kovadloff).

¿Hay palabras deshonestas en sí? ¿Hay malos pensamientos en sí que no puedan ser dichos con palabras honestas? Eso discutía Boccaccio en la conclusión de Decamerón. Estamos perplejos. No llegamos ningún lugar.

fin

1 comentario:

lapsuscalami dijo...

Perdonen las erratas... Este es un fragmento de lo que veníamos trabajando sobre la obra de Shua con Eugenia. Venía bien, y eso que ni siquiera habíamos a empezado a hablar nosotros mismos! En fin... me encantaría que alguien leyera esta colaboración larguísima (a mí me dio mucha paja leerla, y eso que la escribí yo)